A mis 44 años, el 2010 ha sido una invitación a seguir el camino espiritual. El trabajo de auto-descubrimiento me ha llevado a bucear en mi interior para reconocer mi destino.
El 44 es un número maestro y entrar en contacto con él me ha proporcionado la confianza y la fuerza interior necesarias para la tarea del año, al tiempo que me ha ayudado a tomar acertadas decisiones y a incrementado mi liderazgo permitiéndome acompañar a las personas en sus propios procesos.
Este tiempo me ha hecho pensar en las navidades pasadas y en esa evaluación he podido dividirlas en etapas:
Cuando era niña y estaba pendiente de la fecha, de la ropa que estrenaría, del regalo que me traería Santa Claus y de la película de estreno que solía ver el 25 de diciembre, luego de visitar todas las casas en las que Santa había dejado un presente con mi nombre.
Las navidades de la época de adolescente cuando la preocupación mayor era que las fiestas fueran divertidas, que la peluquera me recibiera e hiciera un buen trabajo con mi pelo y que mi ropa estuviera espectacular.
El tiempo de navidad como adulta-joven en que mi atención estaba en tener el dinero suficiente para comprarles ropa nueva a mis tres hijos y poder satisfacer su lista de regalos comprando los juguetes de moda.
Las navidades cuando no podía estar con quien amaba, las que me recordaron con rudeza que estaba sola, aquellas en las que me sentí perdida porque aún no descubría lo que la vida quería de mi, las que vi partir a alguien querido porque su destino les llevaba a otro lugar…en ocasiones la muerte…y las que me hicieron ver que ninguna navidad era igual...
Las navidades cuando no podía estar con quien amaba, las que me recordaron con rudeza que estaba sola, aquellas en las que me sentí perdida porque aún no descubría lo que la vida quería de mi, las que vi partir a alguien querido porque su destino les llevaba a otro lugar…en ocasiones la muerte…y las que me hicieron ver que ninguna navidad era igual...
La época de adulta-madura donde el corazón se sensibiliza con la inocencia de los niños, la ternura de los enamorados, la fragilidad de los envejecientes, la sabiduría de los padres, la calidez de los abrazos y la alegría de los mensajes cargados de buenos deseos.
Sin embargo, la navidad número 44 ha sido memorable; hace cuatro meses mi padre hizo su cambio para morar en la eternidad, es el primer año en que Santa trae regalos para mi nieto. Por si fuera poco, me siento maravillosa y satisfecha por vida.
Las navidades del 2010 me sobrecogen y me llenan de profundo agradecimiento por la vida, a la vez que me embarga un sentido sagrado de celebración por el tiempo vivido, por los que me han amado y por los que amo, y sobretodo por el amor incomparable del Padre celestial, que un día envió a su hijo para recordarnos quienes somos y mostrarnos el camino de regreso a casa.
Esta navidad es la oportunidad para reconocer que podemos re-nacer y vivir en la Luz.
Felices fiestas,
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