1.- Ponerle el nombre de un antepasado, familiar vivo, antiguo novio o novia, personaje histórico, novelesco, etc: Al ponerle un nombre, le pasamos una identidad
2.-Enviarle mensajes de que fue o es una “carga” (incluso durante la gestación): Esto hará que tienda al fracaso, por no verse digno, a padecer sentimientos de culpabilidad, o incluso a manifestar comportamientos autodestructivos.
3.-Calificarlo de forma negativa: “eres flojo”, “eres malo”: En los niños la identidad se forma como un reflejo de lo que sus mayores, como en un espejo, proyectan sobre él con sus verbalizaciones y también y más importante aún, mediante la comunicación no verbal. Lo que le decimos a un niño que es, él se esforzará por serlo...así nos muestra su amor.
4.-Proyectar sobre él lo que los padres no pudieron realizar en sus vidas: “este será médico”…Sería una forma de alejarlo de su propio proyecto vital. Por lealtad, seguirá lo marcado por los padres que es el camino directo hacia la no-realización personal.
5.-Compararlo con cualquier miembro de la familia, ni para bien, ni para mal: Si le comparan con otra persona le programamos para ser esa persona. Si las expectativas son muy altas, siempre vivirá frustrado, si las expectativas son muy bajas, fracasará igual que el modelo que le impusieron.
6.-Decirle que estamos orgullosos de él: Es otra forma de decirle que nos pertenece y ejercer poder de manipulación sobre él.
7.-Decirle que lo queremos porque no nos da problemas: Si el “contrato” con un niño es: “te quiero a cambio de que no des problema”, el niño vivirá inhibiendo su espontaneidad, autoevaluando al máximo las consecuencias de sus actos, etc. Un excesivo autocontrol impide el crecimiento de la persona y la expresión de la creatividad.
8.- Obligarlos a utilizar las palabras “mamá” y “papá” más allá de la adolescencia: negándoles el derecho a dirigirse a los padres por sus nombres. Estas palabras encierran un compromiso de relación padre-hijos, caracterizado por la dependencia infantil de los segundos hacia los primeros. Más allá de la adolescencia, es sano renovar este compromiso por acuerdo libre más que imposición.
9.-Vestir a dos hermanos iguales: Que el hermano menor se vea obligado a vestirse como el mayor o “heredar” ropas y objetos de este o no tener un espacio propio en el hogar, implicaría de forma metafórica, no darle “su propio espacio”.
10.-Castigarlos: con insultos, golpes, gritos o cualquier tipo manifestación de agresividad. El niño aprende “los conflictos se solucionan con agresividad” y repetirá este patrón cada vez que tenga problemas. Los castigos deben ser educativos, constructivos, positivos, razonados, relacionados con la conducta a modificar.
Fuera del decálogo:
El niño es dueño de su espacio, contenido y tiempo de juego. Nunca debemos robarle su infancia, por ejemplo haciéndolo escesivamente responsable de sus hermanitos, o queriendo que dedique su tiempo de ocio a las actividades que nosotros no pudimos realizar cuando niños (piano, fútbol, canto, ballet, violín, base ball). Los niños son niños y su actividad fundamental es jugar. Jugando crecen en todos los sentidos, aprenden, se divierten, socializan, interiorizan en su mundo, crean…Los niños deben dejar de ser receptores vivos de proyectos frustrados del árbol, y tienen derecho a realizar su propio guión de vida.
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