La palabra Temazcal viene del vocablo indígena temazcalli. En lengua náhuatl temaz es “vapor” y calli “casa”, por lo que significa “casa de vapor”. Consiste en un baño hecho con vapor de agua con hierbas aromáticas, originario de los indígenas de Centroamérica y México.
El término se refiere tanto al lugar donde se practica, como al evento en el que se participa. El baño se suele realizar en espacios variados, desde una pequeña y sencilla caseta cupular llamada inipi, construida con mantas, petates o pieles sobre varas, hasta edificaciones de ladrillo, cemento o barro.
Se crea así un espacio circular completamente sellado del exterior, excepto por una pequeña puerta. En su interior el inipi puede albergar desde 6 a 30 personas, según el tamaño. En el centro, un hueco donde se colocan piedras previamente calentadas en fuego, sobre las que se vierte una infusión de plantas medicinales que arrojan gran cantidad de vapor.
El temazcal esconde un profundo simbolismo: representa el útero en la panza de Madre Tierra, en cuyo ombligo se ponen las llamadas abuelas piedras, rocas volcánicas poseedoras del código genético de la historia del planeta que al calentarse, liberan su memoria y sabiduría.
Los participantes del temazcal son llamados “guerreros”, ya que deben enfrentar sus miedos más profundos y deben vencer al fuego. Para la tradición indígena, meztica zapoteca, el propósito del temazcal es la confrontación de Tezcatlipoca (espejo que humea, en Lengua colombiana), de ese modo, el fantasma puede renacer más libre de como entró.
La ceremonia se realiza cruzando las cuatro puertas del inframundo. En la entrada hay un escrito que reza: "Entrada a la muerte lenta". Una vez cerrada la puerta, los guerreros no pueden salir hasta que cada uno de los 4 ciclos o puertas han sido terminados. El tiempo de duración es variable según la tradición y el propósito del temazcal.
La primera puerta es conocida como la puerta del fuego, está asociada al varón y al color rojo. La segunda se conoce como la puerta del agua, está asociada a la vida y al color azul-verde. La tercera se conoce como la puerta de la tierra, está asociada a la mujer y al color amarillo. La cuarta puerta se conoce como la puerta del viento, está asociada a la muerte y al color negro.
De forma mágica, a finales de diciembre pasado recibí la información de un temazcal purificador para iniciar el 2012. La ceremonia estaría a cargo de un hombre llamado Jesús (lo tomé como una extraña llamada personal), y sólo seriamos 8 personas. Esta sería mi primera experiencia y que ocurriera en la entrada de un año tan simbólico era una seducción irrenunciable.
El temazcal es como un parto en el que tenemos la oportunidad de volver a nacer. El lugar escogido queda en una zona montañosa borinqueña llamada Serenity, Jesús era el guía temazcalero, y la mujer que cuidaba el fuego era una anciana descendiente de chamanes mexicanos. El costo del ritual consistía en hierbas aromáticas y ofrendas comestibles que usaríamos.
Antes de comenzar, Jesús nos explicaba el procedimiento mientras la brisa agitaba con fuerza las copas de los árboles produciendo un sonido arrullador, como si ella también quisiera darnos algunas instrucciones. Luego, entramos a la carpa gateando y nos colocamos uno al lado del otro, sentados en nuestras mantas al estilo indio.
El ingreso y egreso del temazcal se hace en sentido de las manecillas del reloj, respetando lo que se conoce como el trayecto de la serpiente. Mientras, el universo gira "en contra de las manecillas del reloj", siguiendo el trayecto de Tetzcatlipoca. A medida que hacíamos el recorrido, íbamos pidiendo permiso a nuestro guía interno, nuestros ancestros y al lugar.
El proceso inició a las dos de la tarde y nos dijeron que entre los preparativos, los rituales, el temazcal y la comida compartida por los guerreros al finalizar, terminaríamos aproximadamente a las once de la noche. Como no llevábamos más prenda que los trajes de baño, no sé qué horas eran cuando se cerró la puerta y quedamos sumergidos en la más negra oscuridad imaginable, a fin de re-crear el interior del útero de la madre.
La temperatura de un temazcal puede alcanzar los 50°C, por lo que era necesario que respiráramos lentamente para evitar las quemaduras en las fosas nasales. La abuela estaba a cargo de manejar el vapor con un ramo frondoso de ramas frescas de árboles, con las que abanicaba el fuego, meciendo su mano en movimientos suaves, pero enérgicos. Ella también era quien entonaba hipnóticos cánticos rituales, mientras Jesús hablaba del propósito y recitaba oraciones para favorecer la alteración de la conciencia y guiar el ritual.
Mi mente insistía en recordar una antigua canción indígena: ábrete corazón. Tal vez, buscaba fortaleza en las agradables memorias vinculadas tanto a las letras, como a las vivencias asociadas a esta melodía, para soportar el calor que se intensificaba, a medida que se sumaban más piedras calientes y más infusión de hierbas medicinales.
De alguna manera, la experiencia es parecida al proceso de gestación en que un bebé va creciendo en el vientre de la madre, hasta el punto en que ambos están un tanto incómodos. En realidad, comodidad no era una palabra aplicable a lo que estaba sucediendo allí…un calor tremendo, un espacio pequeño, la “presencia” tan cercana con el otro, y esa sensación rara de no-tiempo.
A medida que los espíritus del eucalipto, la hierba luisa, la menta y el limón abandonaban la cárcel de las hojas que les contenían, para danzar libres por toda la choza, imaginaba a mis ancestros pre-hispánicos haciendo el mismo ritual ceremonial en el que estaba participando y el sentimiento de gratitud me embargaba.
No tengo claro en qué etapa la molestia cedió y una inmensa sensación de bienestar y relajación ocupó el espacio vacío. Un estado de paz profundo me inundó, y en ese momento yo misma flotaba por todo el espacio del inipi en una experiencia de poderosa claridad.
Al finalizar, salimos a gatas de la tienda y enfrentamos el último desafío: el miedo al cambio. Luego que finalmente nos acostumbramos al calor y experimentamos el bienestar, afuera una especie de parteros nos recibían con un baño de agua (muy fría para mi gusto), que nos “despertaba” para tomar la realidad del mundo de afuera.
La celebración era una fiesta de la vida con una exquisita hidromiel, que solo competía con la que hace mi amiga Iris, frutas, cereales, semillas y una deliciosa sopa de lentejas.
La vivencia del temazcal me sirvió para renacer desde el vientre de la tierra con un amor intenso. Estoy convencida que la re-vinculación con la madre a través de las Constelaciones Familiares, el movimiento interrumpido y la terapia de contención, fueron claves para superar todas las puertas y valorar la experiencia.
Mi corazón agradece la oportunidad de empezar un nuevo año con una experiencia tan bella y poderosa. El temazcal de Serenity me abrió un espacio de purificación, salud, fuerza y reconciliación conmigo misma y con mi camino personal, y también con mi familia, mis relaciones significativas y con la vida.
Namasté,
Karina Pereyra.