El Filósofo francés Voltaire dijo: “Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como
los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”. La imagen de esta frase
es simpática, pero la vivencia es de una total confusión, indefensión y
desorientación. Una famosa historia sufí ilustra claramente lo absurdo de
nuestra búsqueda de felicidad:
Una tarde,
Rabiya -una mística sufí- estaba buscando algo en la calle, junto a su pequeña
choza. Se estaba poniendo el sol y la oscuridad descendía poco a poco. La gente
fue congregándose, y le preguntaron:
-¿Qué haces?
¿Qué se te ha perdido? ¿Qué estás buscando?
Ella contestó:
-Se me ha
perdido la aguja.
La gente
dijo:
-Se está
poniendo el sol y va a resultar muy difícil encontrar la aguja, pero vamos a
ayudarte. ¿Dónde se te ha caído exactamente? Porque la calle es grande y la
aguja pequeña. Si sabemos exactamente dónde se ha caído resultará más fácil
encontrarla.
Rabiya
contestó:
-Más vale
que no me preguntéis eso, porque en realidad no se ha caído en la calle, sino
en mi casa.
La gente se
echó a reír y dijo:
-¡Ya
sabíamos que estabas un poco loca! Si la aguja se ha caído en tu casa, ¿por qué
la estamos buscando en la calle?
Rabiya
replicó:
-Por una
razón tan sencilla como lógica: en la casa no hay luz y en la calle aún queda
un poco de luz.
La gente
volvió a reírse y se dispersaron. Rabiya los llamó y dijo:
-¡Escuchadme!
Eso es lo que hacéis vosotros. Yo me limitaba a seguir vuestro ejemplo. Os
empeñáis en buscar la dicha en el mundo exterior sin plantear la pregunta
fundamental: «¿Dónde la he perdido?». Y yo os digo que la habéis perdido
dentro. La buscáis fuera por la sencilla y lógica razón de que vuestros
sentidos están abiertos hacia el exterior: hay un poco más de luz. Vuestros
ojos miran hacia fuera, vuestros oídos escuchan hacia fuera, vuestras manos se
tienden hacia fuera; por eso estáis buscando fuera. Por lo demás os aseguro que
no la habéis perdido ahí, y lo digo por experiencia propia. Yo también he
buscado fuera durante muchas, muchas vidas, y el día que miré dentro me llevé
una sorpresa. No hacía falta buscar y registrar; siempre había estado dentro.
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