En México, donde el hombre y la mujer indígenas aun se relacionan de
modo ordinario con los dioses, y reciben sus mensajes a través de los fenómenos
de la naturaleza, existe una rama de chamanes a los que el destino elige
señalándolos con un dedo de fuego que, materializado para los mortales, se
convierte en un chispazo eléctrico caído de las nubes.
A los chamanes que han sido iniciados por un rayo se les llama “graniceros”.
Al ser tocados de este modo, se suele decir que tienen poder para apelar a las
fuerzas del tiempo, y entrar en contacto con los aspectos metereológicos de la
naturaleza. Los seres que han sido avisados de su destino de esta forma, y
tienen las luces suficientes para entender lo inapelable del encargo recibido;
a partir de ese momento y de la confirmación del mismo en el ritual “de la
coronación” deben dedicar su vida a ayudar a otras personas.
Ellos no seuelen cobrar por sus servicios. Únicamente, reciben lo que
determine la voluntad y el agradecimiento de aquellos a quienes atienden. Tampoco
se dedican a otra tarea que no sea la de cumplir aquello que les ha sido encomendado
por la fuerza trascendente del dedo flamígero que los tocó.
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