Según Alejandro Jodorowsky,
nuestro nombre o la manera en que nos llaman tiene un impacto muy potente sobre
la mente. Es un fuerte identificador simbólico de la personalidad, un talismán
o una prisión que nos impide ser y crecer. Nos lo repiten a lo largo del día,
de nuestra vida, como un mantra que acabamos por creernos.
Los nombres que recibimos son
como contratos inconscientes que limitan nuestra libertad y que condicionan
nuestra vida. Un nombre repetido en la familia es como un contrato al que le
hacemos una fotocopia, cuando en el árbol genealógico hay muchas fotocopias el
nombre pierde fuerza y queda devaluado.
Cuando bautizamos a un hijo
debemos saber que junto con el nombre le pasamos una identidad. Evitemos por
tanto los nombres de los antepasados, de antiguos novios o novias, de
personajes históricos o novelescos.
En los árboles narcisistas,
cada generación repite los mismos nombres de sus ancestros y con ello se
repiten los destinos. ¿Hay una programación inscrita en nuestro nombre y apellidos?
Según Alejandro Jodorowsky, tanto el nombre como los apellidos encierran
programas mentales que son como semillas, de ellos pueden surgir árboles
frutales o plantas venenosas. En el árbol genealógico los nombres repetidos son
vehículos de dramas.
Observa mentalmente tu árbol
por un momento: ¿hay nombres que se repiten? ¿qué están repitiendo estas
personas? ¿alguna rompió el contrato de algún modo? ¿dejó de repetir el mismo
destino? ¿Y tú? ¿has heredado tu nombre de alguien anterior? ¿cuál fue su destino?
¿te está afectando de alguna manera?
Tomado de
Plano sin fin
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