Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de
ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Aunque fue bautizada con
el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre
que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio.
Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a
pesar de la burla y oposición de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su
madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y
Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención
de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante
dificultad en quitársela.
De igual modo, cada vez que piropeaban su especial belleza o la
halagaban por sus extraordinarios talentos, hizo severas penitencias y
sacrificios para desterrar el orgullo. Se dedicó a la humildad, la obediencia y
la abnegación de la voluntad propia. Cuenta la historia que a pesar de que se
opuso a sus padres por causa de su devoción, jamás los deshonró ni se apartó de
la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y
contradicciones.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se
vio en penosas circunstancias económicas. Rosa trabajaba el día entero en el
huerto, y cosía gran parte de la noche para ayudar al sostenimiento de la
familia. De esta manera, la santa mostraba su asentimiento al destino que le
llegaba por ser parte de su familia.
Su oposición más fiera se mostró cuando sus padres insistieron en
casarla. Rosa luchó por diez años, e hizo voto de virginidad para confirmar su
resolución de vivir consagrada al Señor, ingresando en la tercera orden de Santo
Domingo. A partir de ese momento, se recluyó en una cabaña que había construido
en el huerto.
Actualmente, es el principal punto de peregrinación de todo el Perú, visitada
por miles de devotos, peregrinos y turistas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de Él, cambiaba el
tono de su voz y su rostro irradiaba luz. De este modo, mostraba un camino para
entregarnos con pasión al amado, Jesucristo.
Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la
oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero
auméntame en la misma medida tu amor". Murió a los treinta y un años de
edad. El Papa Clemente X la canonizó en 1671. A partir de allí, cada 30 de agosto los
limeños se visten de fiesta para rendirle homenaje a la patrona de la ciudad: Santa Rosa de Lima, patrona del Perú, América y
las Filipinas.
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