De manera
sorpresiva, la Universidad de la Vida suele dar exámenes, Sin avisar
previamente, un día encontramos la prueba frente a nuestras narices.
A veces,
es un “biscocho” y otras es un “peñón”, ya que el grado de dificultad es
variable a discreción del maestro.
De algún
modo, parece que el método nos pide que estemos preparados siempre, atentos a
las lecciones que trae cada día, escuchando activamente y con humildad a los
que ya han tomado la clase, y valorando las experiencias compartidas por los
egresados.
¡Ni
hablar de chivos, fijarnos de las respuestas de otro, embotellar informaciones
o copiar tareas ajenas! El sistema es muy riguroso.
Dios,
un equitativo director, evalúa a todos individualmente con el mismo amor.
Sin importar
que nivel hayas alcanzado, el pensum se culmina el día que paras de cambiar.
KP
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