El Espíritu Santo es la fuerza del
amor que existe entre el Padre y el Hijo. Un amor tan grande y tan perfecto que
forma una tercera persona, que junto al Padre y al Hijo forma la Santísima
Trinidad.
La fiesta de
Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la
Pascua, es el descenso del Espíritu Santo. Pentecostés = cincuenta días (siete
semanas).
En el Antiguo
Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, el sentido de la celebración cambió para
transformarse en una fiesta de agradecimiento por la Ley entregada a Moisés.
Los símbolos del espíritu santo
son el viento, el fuego, y la paloma. A lo largo del nuevo Testamento el
Espírutu Santo ha recibido diversos nombres: el Espíritu de verdad, el Abogado,
el Paráclito, el Consolador, el Santificador.
La promesa de la Luz.
Durante la Última Cena, Jesús les
promete a sus apóstoles: “Mi Padre os
dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad”
(San Juan 14, 16-17).
Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy
con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he
dicho.” (San Juan 14, 25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a
hacer la misma promesa: “Les conviene
que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía
que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de
Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que
están por venir” (San Juan 16, 7-14).
También, en I Corintios 3. 16
dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en
ustedes?”
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