El árbol genealógico es a la
vez nuestra mayor trampa y nuestro tesoro más preciado. Trampa que lleva a
traicionarnos a nosotros mismos por quedarnos apegados fielmente a contratos
inconscientes. Tesoro que nos engendra y nos da la posibilidad de vivir
desarrollando la conciencia.
Trabajamos con un organismo
vivo. El árbol genealógico no es un fósil enterrado, vive y se transforma
constantemente con cada nueva generación.
Los condicionamientos
emocionales y de conducta grabados por nuestro linaje en nuestro inconsciente
personal, el yo más desconocido y misterioso, determinan nuestra postura frente
a la vida y conducen nuestros actos irremediablemente a repeticiones de
patrones dolorosos en distintos ámbitos personales.
El análisis psicogenealógico
de nuestro propio árbol nos devela las causas originales que desencadenaron
esos patrones. Su visión y comprensión ya de por sí resulta sanadora pero
podemos dar un paso más hacia la superación de esas hirientes rutinas que nos
privan de vivir en su plenitud y conciencia.
Marianne
Costa
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