“Se da en muy raras ocasiones en este planeta
que la pareja se comporte como un par de cómplices transgrediendo
conscientemente y de forma permanente sus leyes. El matrimonio ya no es lo que
era, sin embargo la inmensa mayoría de las parejas la forman enemigos que
tratan de destruirse amablemente.
El hombre trata de destruir ese espejo de su
parte femenina a base de aburrimiento o infidelidades, y la mujer intenta
destruir al macho que ella misma lleva dentro por el procedimiento de
descubrirlo. Hombre tratando de reducir a la mujer y viceversa. Cópulas
sadomasoquistas o competidores en la obsesión por los honores y reconocimiento
social, pero jamás compañeros en el arte de sentir la vida y zafarse del
destino.
Cuando llegan a alcanzar el Paraíso aparecen los reproches, como
expresión de los miedos a gustar, a repetir, a perder. Relaciones parentales
jamás aceptadas. Qué difícil es para un hombre admitir que su madre fue la
primera mujer y viceversa, y que no hay absolutamente nada de malo en ello,
salvo condicionamientos culturales.
Admitiéndolo, todo lo demás tiene una
explicación tan fácil que desaparecen los traumas, los complejos y las
obsesiones y ni la mujer trata de destruir al hombre ni viceversa. Pero
entonces la sociedad se quedaría sin esclavos y desaparecería la cultura: los
seres libres, como los animales, no necesitan cultura”
Juan
Trigo; “El retorno de Vivianne. Amantes en el Paraíso”
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