La lista que se
presenta a continuación enumera las 8 cualidades que, según el gran escritor
ruso Antón Chéjov, distinguen a una persona verdadera, auténticamente culta,
alguien que de algún modo ha comprendido que la sapiencia es tal cuando
enaltece pero no ensoberbece, cuando nos distingue de los demás pero no nos
pone, en modo alguno, por encima de nadie.
Los puntos
provienen de una carta que un joven Antón de 26 años escribió a su hermano
Nikolai cuando este tenía 28 y comenzaba a ganar fama como pintor en la capital
rusa. Fechada en Moscú en 1886, la misiva pretende ser una serie de consejos
para un artista incipiente que, según el modelo romántico, se quejaba de que
nadie lo entendía. “La gente te entiende perfectamente bien. Si tú no te
entiendes a ti mismo, no es culpa de ellos”, le escribió entonces Chéjov, en un
tono recriminatorio pero también totalmente lúcido y, lo más importante,
coherente.
Se trata, en
suma, de un documento que vale la pena conocer y reflexionar, confrontar con
nuestras propias actitudes y preguntarnos en qué medida convertimos lo que
sabemos en acciones que hacen bien a nuestro mundo ―nuestro pequeño, íntimo mundo.
1. Respetan la
personalidad humana y, por lo mismo, son siempre amables, gentiles, educados y
dispuestos a ceder ante los otros. No hacen fila por un martillo o una pieza
perdida de caucho indio. Si viven con alguien a quien no consideran favorable y
lo dejan, no dicen “nadie podría vivir contigo”. Perdonan el ruido y la carne
seca y fría y las ocurrencias y la presencia de extraños en sus hogares.
2. Tienen
simpatía no solo por los mendigos y los gatos. Les duele el corazón por aquello
que sus ojos no ven. Se levantan en la noche para ayudar a P. […], para pagar
la universidad de los hermanos y comprar ropa a su madre.
3. Respetan la
propiedad de otros y, en consecuencia, pagan sus deudas.
4. Son sinceros
y temen a la mentira como al fuego. No mienten incluso en pequeñas cosas. Una
mentira significa insultar a quien escucha y ponerlo en una posición más baja a
ojos de quien habla. No aparentan: se comportan en la calle como en su casa y
no presumen ante sus camaradas más humildes. No son proclives a balbucear ni
obligan la confidencia impertinente de los otros. Por respeto a los oídos de
otros, callan más frecuentemente de lo que hablan.
5. No se menosprecian
por despertar compasión. No tensan las cuerdas de los corazones de los demás
para que los otros giman y hagan algo (o mucho) por ellos. No dicen “Soy un
incomprendido” o “Me he vuelto de segunda mano” porque todo eso es perseguir un
efecto simplón, es vulgar, rancio, falso…
6. No tiene
vanidad superflua. No se preocupan por esos falsos diamantes conocidos como
celebridades, por estrechar la mano del ebrio P.*, por escuchar los arrebatos
de un espectador extraviado en un espectáculo de imágenes, o ser reconocido en
las tabernas. […] Si ganan unos centavos, no se pavonean como si estos valieran
cientos de rublos, y no alardean de poder entrar donde otros no son admitidos.
[…] Los verdaderamente talentosos siempre se mantienen en las sombras entre la
muchedumbre, tan lejos como sea posible del reconocimiento. Incluso Krylov**
dijo que el barril vacío da un eco más sonoro que el lleno.
7. Si tienen un
talento, lo respetan. Le sacrifican el descanso, las mujeres, el vino, la
vanidad. […] Se sienten orgullosos de su
talento. […] Además, son fastidiosos.
8. Desarrollan
para sí la intuición estética. No pueden ir a dormir con la misma ropa, ven las
grietas de las paredes llenas de insectos, respiran un mal aire, caminan en el
piso recién escupido, cocinan sus alimentos sobre una estufa de aceite.
Pretenden tanto como sea posible contener y ennoblecer el instinto sexual. […]
Lo que quieren en una mujer no es una compañera de cama. […] No piden
inteligencia ahí donde se manifiesta la mentira constante. Quieren,
especialmente si son artistas, frescura, elegancia, humanidad, la capacidad de
la maternidad. […]. No tragan vodka a todas horas, día y noche, no huelen los
armarios porque no son cerdos y saben que no lo son. Beben solo estando libres
y en ocasión […]. Porque ellos quieren mens sana in corpore sano [“mente
sana en cuerpo sano”].
Y así
sucesivamente. Así es como son las personas cultas. Para ser culto y no quedar
atrás, no es suficiente con haber leído Los papeles del club Pickwick o
haber memorizado el monólogo de Fausto. […]
Lo que
necesitas es trabajar constantemente, día y noche, leer constantemente,
estudiar, voluntad. […] Cada hora es preciosa para ti. […] Ven con nosotros,
tira la botella de vodka, descansa y lee… Turgenev, si quieres, a quien además
no has leído.
Tienes que
deshacerte de tu vanidad, ya no eres un niño… pronto tendrás treinta.
¡Es tiempo!
Te espero…
Todos nosotros te esperamos.
[Rúbrica]
Notas:
* Probablemente “Palmin”, un poeta menor
de la época.
** Probablemente Iván Krylov (1769-1844),
fabulista, poeta y dramaturgo ruso.
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