Estar enamorado no es amar porque
amar es un sentimiento y estar enamorado es una pasión. Las pasiones, por
definición son emociones desenfrenadas, fuertes, absorbentes, intensas y
fugaces como el destello de un flash. Hay que entender esto para poder
diferenciar después el enamoramiento del amor.
Durante el tiempo que dura el
enamoramiento, uno vive en función del otro: si llamó, si no llamó, si no està,
si me miró, si no me mirò, si me quiere, si no me quiere…
Estar enamorado es
enredarse en un doloroso placer, el de la disoluciòn en el otro. Si nos detuvièramos a pensarlo
en serio nos daríamos cuenta de lo amenazante para nuestra integridad que serìa
vivir en ese estado.
Juan Carlos Benìtez, un
escritor costarricense, describe la felicidad de estar enamorado en un texto
que creo maravilloso:
Cuando estaba enamorado, habìa
mariposas por todas partes, la voluptuosidad de la pasiòn me carcomìa la
cabeza. Durante todo ese tiempo no escribì, no trabajè, no me encontrè con los
amigos. Vivìa pendiente de los movimientos o de la quietud de mi amada;
consumìa montañas de cigarrillos y toneladas de vitaminas, me afeitaba dos y
hasta tres veces por dìa; hacìa dietas, caminatas. Me perseguìa hasta la
certeza la paranoia del engaño, pensaba todo el tiempo en besarla, en mirarla,
en acariciarla. Durante semanas gastè demasiado dinero, demasiada esperanza,
demasiada crema para el sol, demasiada esperma y demasiado perfume. Escuchaba
demasiada mùsica clàsica, utilizaba demasiado tiempo, consumì toda mi
tolerancia y agotè hasta la ùltima de mis làgrimas. Por eso siempre digo
recordando esos momentos: Nunca he sufrido tanto como cuando era feliz.
El estado ideal de una pareja
no es el de aquellos primeros meses en que estaban enamorados, sino el de todo
el tiempo en que se aman en el sentido cotidiano, verdadero.
Hay que entender que si bien
la pasiòn de estar enamorado es maravillosa,en realidad amar no es menos
maravilloso. Amar es fantàstico porque si bien es verdad que no tiene la
intensidad de las pasiones, seguro que no, tiene una profundidad de la que el estar
enamorado adolece.
Es por esa profundidad que el
amor es capaz de aportar estabilidad al vìnculo pagando con la desapariciòn del
embrujo y la fascinaciòn. Porque se puede amar con los pies sobre la tierra,
mientras que estando enamorado se vive en las nubes.
Uno de los temas que surgen
cuando hablo de amar de verdad es la demostraciòn.
Siempre digo que demostrar
quiere decir probar sin lugar a dudas que algo es verdad. Si yo tengo que
demostrarte es porque parto de la idea que vos no me creès, de lo contrario no
hay demostraciòn necesaria.
Entonces, pregunto: ¿Por què
tendrìa que demostrar que te quiero? ¿Para probàrtelo?
¿Quièn es el que duda y
necesita pruebas?
Si sos vos el que no creès
este es un problema tuyo, no un problema mìo. ¿Por què habrìa yo de demostrarte
que te quiero?
Nadie “tiene que” demostrar
nada.
Borremos de la frase el verbo
demostrar, porque suena terrible.
Nadie te puede demostrar el
amor, porque en la demostraciòn le crees a lo que ves, al otro no le crees
nada. Otro tanto pasa con la palabra mostrar, que presupone que no ves.
Si de vez en cuando me decìs
te quiero para mostrarme que me queres, la verdad es que no me sirve, así que
no lo hagas. Ahora, si vos me decís te quiero porque es lo que sentis, mas allá
de demostrarme nada, por favor no dejes de hacerlo, porque quiero que sepas que
me place escucharte. Y a pesar de mi placer nunca lo hagas en función de mi,
hacelo en función tuya y de tu sentir o no lo hagas.
No sirven los actos de amor
dirigidos a que el otro se entere de que lo quiero.
“Mirà que lindo lo que te
regalè para tu cumpleaños, ¿viste cuànto te quiero?…”
Esta es una historia mezquina
e irrazonable para conseguir que el otro devuelva con la misma moneda.
Hay gente que te manda flores
todos los dìas y no te quiere nada. Y tambièn hay gente que vive con otros que
nunca han mostrado nada en toda su vida, y sin embargo se siente querida, gente
que sabe que aunque el otro no haga las cosas que otros hacen, cuando lo mira a
los ojos sabe.
Yo tengo un amigo entrañable
que es un tipo de llamar por telèfono, de ocuparse y mostrar y actuar.
Me siento muy querido.
Y yo, que por ahì no soy tan
actuador de esas cosas o estoy màs ocupado, a veces me siento y le pregunto:
– ¿Vos sabes que yo te quiero
mucho?
Y entonces èl me dice:
– Sì, claro que lo sè… Vos sos
asì, yo ya lo sè.
Y no està precisando que yo le
diga, que yo lo llame, que me acuerde de su cumpleaños y que le mande un
regalo, porque la verdad es que no le hace falta a nuestro amor.
Cuando hago alguna de estas
cosas, entonces èl registra y lo agradece.
Lo importante de toda relaciòn
interpersonal no es que yo te diga que te quiero, ni que te lo demuestre. Lo
importante es si vos te sentìs querido o no.
Extraìdo
de “El camino del encuentro” de Jorge Bucay