Anotó la cita con el
oftalmólogo en la agenda de su teléfono y apagó la luz.
-¿Por qué tengo este
dolor de ojos tan molesto?- se preguntó la mujer reflexiva unos segundos antes
de dormir, y como a todo lo que nos cuestionamos antes de conciliar el sueño el
mundo onírico le da una respuesta, la mujer reflexiva soñó lo siguiente:
Se
mudó a un recién construido apartamento con una coqueta ventana que daba al
norte. Lo que sucedía en la calle le inquietaba, eran escenas de un mundo
desconocido. Al tiempo que le atraía poderosamente lo que veía tras los
cristales, también la desconcertaba. De tanto cerrar y abrir la ventana, los
cristales empezaron a cimbrear, amenazando con romperse en mil pedazos. Cuanto
más enfocaba la mirada, más cuenta se daba que ese mundo contenía tesoros
maravillosos y tuvo la extraña certeza de que sus fracasados ancestros habían
pisado esas tierras. Ya entendía, por lealtad a sus raíces no se atrevía a
salir de una vez, luchar y hacerse con el botín. Oleadas de tensión recorrían
su cuerpo. Los cristales de la ventana cimbreaban.
Cuando la mujer
reflexiva despertó y recordó su sueño, decidió darse permiso para conquistar su
propio futuro. Antes de desayunar anuló la cita con el oculista, el dolor de
ojos había desaparecido por completo.
Tomado de plano creativo.
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