1.-Realiza tres
respiraciones profundas. Al inhalar, imagina que el aire inspirado llega
al lugar del cuerpo que te duele. Exhala muy lentamente, hasta sentir que todo
el aire salió de tu interior. Hazlo tres veces. Deja que tu cuerpo acompase la
respiración de modo natural.
2.-Lleva la atención a
tu dolor. Sé consciente de su forma, su color, su tamaño. Dedícale tu atención
por unos minutos. Puedes imaginarlo e incluso dibujarlo. Valora del 0 al 10
cual es la intensidad de este dolor (donde 0 es nada y 10 es el máximo de
intensidad que has soportado nunca).
3.-Hablále a tu dolor. Una
actitud agradecida ayuda a que la comunicación fluya. En una escena
imaginaria, “sienta en una silla a tu dolor tal como lo has dibujado”, deja
espacio para “escuchar” sus respuestas a estas preguntas.
-¿Desde cuándo estás en
mi vida?
-¿Qué cosas pasaban
cuando apareciste?
-¿Qué no pude -o no
quise- decir o hacer?
-¿Qué hiciste tú que yo
no podía? ¿Para qué me serviste?
-¿Qué función tienes
hoy? ¿Para qué me sirves?
-¿De qué otra manera
podría lograr eso?
-¿En qué te gustaría
convertirte si no fueras un dolor? ¿En qué forma, color, tamaño?
4.-Después de terminar
el diálogo, lleva de nuevo tu atención al dolor, observa sus modificaciones..
También puedes dibujarlo y valorar del 0 al 10 cómo lo sientes ahora. Mira los
cambios.
5. Agradece a tu dolor
por lo que ha hecho para ti, despídelo y prométele que lo llevarás en tu corazón
de un buen modo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario