El silencio
crea el clima interior de quietud en el cual se puede escuchar la voz de Dios.
El abstenerse de diálogo con otros libera la comunicación fácil, espontaneidad
con Dios que es la oración.
Debemos
tener tiempo para el silencio como también para la comunicación, tiempo para
retraernos como también para envolvernos. Demasiada comunidad despersonaliza;
demasiadas solicitud lleva a una soledad estéril. El silencio en la comunidad
creada integración y balance.
El silencio y
discurso son correlativos. Se complementan uno a otro. Sin períodos de silencio
sólo podemos hablar vacuencia.
“¿Dónde está
el silencio? ¿Dónde está el amor? Al final éstos no se puede encontrar en
ninguna parte excepto en el fondo de nuestro propio ser. Allí, ya no hay más
distinción entre el yo y él no-yo. Hay una perfecta paz porque estamos enraizados
en el amor infinito, creativo y redentor. Allí encontramos a Dios, al que
ningún ojo puede ver, y en quien, como dice San Pablo: “vivimos, nos movemos y
existimos”, hechos 17,28
“Si no hay
silencio más allá y dentro de las muchas palabras de la doctrina, no hay
religión, sólo una ideología religiosa. Pues la religión va más allá de las
palabras y acciones, y llega la verdad última sólo en silencio y en el amor.
“Donde falta
el silencio, donde sólo hay las muchas palabras y no La palabra, entonces allí
hay mucho bullicio y actividad, pero no hay paz, no hay pensar profundo, no hay
quietud interior. Donde no hay paz, no hay unos y no hay amor”
Thomas Merton.
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