martes, 12 de octubre de 2010

El arquetipo de la víctima.

"No hay razón para sufrir. La única razón por la que sufres es porque así tú lo exiges. Si observas tu vida encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida. Lo mismo es aplicable a la felicidad. La felicidad es una elección, como también lo es el sufrimiento".

Miguel Ruiz.


El origen de la palabra víctima no está claro. Esta cerca de victus, que significa alimento; de vieo, que es la acción de atar con juncos que formaba parte de un ritual, significando atado, inmovilizado. También se relaciona con vincere, vencer. Según el diccionario la victima es: una persona que sufre un acto perjudicial o destructivo, causado por un agente personal o impersonal.

Sentido sagrado de la víctima.

En la antigüedad, la finalidad de la víctima era ser sacrificada (sacrum facere), es decir llegar a ser sagrada. El significado original de la palabra latina victima, es el de “animal destinado al sacrificio”, que se entregaba a los dioses y diosas buscando a cambio ayuda o justicia.

La palabra sacrificio procede del latín sacer, de donde deriva la palabra sagrado; su significado original se aplica a lo que es venerado, escogido, “destinado al sacrificio”, dedicado a un dios o a una finalidad religiosa.

Es curioso que sacer también signifique “penalizado”, “maldito” y “criminal”. Esta imagen es representada en la vida psíquica en la figura del chivo expiatorio. El escogido para expiar los pecados de muchos, precisamente porque es inocente y no merece ese destino.


La “víctima sagrada” tiene asociaciones con la eternidad y la trascendencia. La sacralidad de la imagen de la víctima remite a su apartamiento, su interioridad como figura psíquica y su significado interior. En primer lugar, el victus, (alimento) se santifica mediante un ritual; y en segundo lugar, la tribu necesita tener víctimas para mantenerse fuerte y unida y de algún modo, marcar distancias respecto a éstas.

La víctima carga con las culpas de todo lo que perjudica a la tribu. De eso se trata, la tribu no puede ser responsable de sus propios males, no debe autocastigarse. Las víctimas, cargan sobre ellas todas las culpas, sacrificándose por todos. Es culpable de no haber sabido defender su libertad.

Cuando existía la esclavitud, perder la libertad se consideraba igual que perder la vida. Equiparaban la situación del que había perdido la libertad, a la del que había perdido la vida, no tenía derechos. Era una víctima no sacrificada.

Sentido secular de la victima.

En nuestra cultura y nuestra época, la palabra víctima evoca la negatividad que va asociada a las experiencias más dolorosas: sufrimiento, injusticia, impotencia y muerte. Hemos perdido en gran medida el sentido de lo sagrado en lo cotidiano, desconectando a la victima de su esencia.

Un acto criminal es cierto acontecimiento que impone la condición de víctima sobre un individuo o un grupo, generalmente a través de medios violentos. El momento y el lugar de esta acción la hacen secular: ocurre en el mundo, en la dimensión temporal.


La víctima como arquetipo.

Los arquetipos son formas innatas de percepción. Nuestra manera de captar una situación (arquetipo) determina nuestro impulso a actuar. La captación inconsciente por el arquetipo da forma y dirección al instinto. Por otro lado, nuestro impulso a actuar (instinto) determina cómo captamos una situación (arquetipo).

Jung sugiere que bien podría describirse al arquetipo como la percepción que el instinto tiene de sí mismo -el “autorretrato” del instinto- exactamente como la conciencia es una percepción interior del proceso de vida objetivo.

La pareja Víctima-Victimario.

Cuando nos identificamos con “aquel que sufre”, sentimos que no hicimos nada para merecer tanto mal, que no somos valorizados, que somos despreciados, olvidándonos de que no es posible ser víctima sin ser victimarios.


Lo que sucede es que pocas veces nos detenemos a pensar cuándo y cómo generamos las cosas negativas que suceden en nuestras vidas. Si crees que no eres víctima, pregúntate cuántas veces sientes la necesidad de consuelo porque estás sufriendo. Necesitamos crecer y es sólo por eso que sufrimos.


La Víctima carga con la culpa, el reproche y la vergüenza. Es esa parte nuestra que dice: “Pobre de mí. No soy suficientemente bueno, ni inteligente ni atractivo, y no merezco ser amado…” La victima vive en un miedo que la paraliza. Vive en la inseguridad y se siente menos, mala y culpable.


De alguna forma asume que se merece todo lo que le pasa por considerarse culpable de algo. Atrae al victimario que con facilidad la identifica y cuya energía le produce un coraje interno por la falta de valor para defenderse del mundo que la agrede.


De este modo el victimario castiga la cobardía de la victima causándole dolor una y otra vez, en un intento por provocar la autodefensa y la recuperación del auto-respeto de la ella. La falta de respeto y dignidad en su energía provoca el coraje y la maldad de su victimario, quien se convierte a su vez en victima de la fuerza que le toma y que es más grande que él.


Lección arquetipal.

La lección pendiente pendiente tanto para la víctima como para el victimario es la recuperación de la dignidad y el respeto por parte de la víctima. El victimario se convierte en su maestro y la hará víctima cuantas veces sea necesario hasta que se decida a defender su honor, dignidad y tome su propio respeto. El victimario espera con anhelo que su víctima se rebele y ponga un hasta aquí a la tortura.


El victimario se pregunta hasta cuando la víctima le torturará con esa relación. El victimario se sorprende por la facilidad con que la víctima acepta la humillación. El victimario da voz al coraje interno de la víctima por su incapacidad de defenderse, de protegerse y la castiga por ello. La víctima hace lo mismo interiormente. Se odia a sí mismo por no defenderse, por ser cobarde y acepta los castigos que su victimario le propina.


La culpa que siente la víctima por no respetarse es lo que facilita al victimario realizar la crucifixión. La víctima inconscientemente acepta hacer su papel por la culpa y coraje que siente hacia sí misma. El victimario y la víctima son dos caras de una moneda…son un equipo.

El victimario vive dentro de la víctima y la víctima vive dentro del victimario. Ambos están castigando a la víctima interior que ha perdido su dignidad y respeto. El victimario en el temor a su víctima interna vierte su furia y rechazo en la víctima externa que detecta. Su necesidad de identificación de victimario viene de su temor interno y la necesidad de mostrarse a sí mismo que él no es la víctima, sino el otro.


El victimario es el maestro de la víctima y la víctima es la maestra del victimario. Ambos tienen que aprender a integrar su contra parte para superar el temor y el coraje interno en sí mismos. El victimario y la víctima terminan convirtiéndose a su vez en víctimas y victimarios de otros hasta que logren ponerse en paz consigo mismos.


Casi siempre vemos a la víctima como el bueno y al victimario como el malo, pero en realidad no es así, el uno sin el otro no existiría. Los dos se mantienen con vida si están juntos, la droga de la víctima se la proporciona el victimario y la droga del victimario se la proporciona la víctima; por eso mientras más la víctima se deja humillar y castigar, más castigador y despiadado se vuelve el victimario.

Estos dos arquetipos viven en todos nosotros, no hay una exclusividad para nadie, siempre estamos asumiendo distintos papeles, sólo que algunos de ellos están más vivos que otros, dentro de nosotros mismos.


La pareja victima y juez.

En el transcurso de este aprendizaje incorporamos en nuestra propia personalidad a una pareja arquetípica: el juez y la víctima. El juez representa esa tendencia en nuestra mente que nos recuerda continuamente lo que está bien y lo que está mal premiándonos algunas veces y, más frecuentemente castigándonos.


La víctima es esa parte en cada persona que sufre las exigencias de su propio juez interior. Sufrimos, nos arrepentimos, nos culpabilizamos, nos castigamos por la misma causa una y otra vez, cada vez que el recuerdo nos pasa factura. Y como consecuencia del propio sistema, el miedo se instaura en nuestra vida.


Integrar la victima y el victimario.

Para detener al victimario una vez que lo has identificado, dile así como si estuvieras hablando con otra persona: “No te necesito para ser amado”, “Gracias por mostrarme cuál es mi punto débil, ya te puedes ir, no te necesito más”. Esto lo pone al descubierto y le quita su careta. Esto te dará gran alivio a tu actividad cotidiana, ya que cada vez menos necesitarás generar situaciones que te coloquen en esta posición para relacionarte con los otros.

Del mismo modo, evita ser un victimario porque la invitación es a que reaparezca la víctima. El uno no existe sin el otro. Esto es fácil cuando te decides a afrontar tus sombras, cuando te armas de coraje para hacer de tu vida un verdadero mar de positividad. Y créeme que cuando logras esto, el aire que respiras cambia.

El trabajo con la víctima es un constante estado de alerta y una historia fascinante de nunca acabar. La mente tiene todo un mundo por descubrir. Observar cómo se disfrazan estos arquetipos cuando se ven descubiertos es interesante, y cuando decides salir de la víctima, se acaba la angustia y se convierte en un juego.



La víctima y la visión lineal.

En esta forma de ver se cree que si la víctima ha de soportar el efecto, de algún modo debe ser tambien la causa. La realidad es que no siempre creamos nuestro propio sufrimiento; pensar diferente es dotarnos de una capacidad semidivina de hacer que sucedan cosas tremendas. Se supone así que las víctimas son responsables de su estado. De este modo, nos identificamos inconscientemente con la víctima, ya sea introyectando la culpa o proyectando la acusación.

La víctima y la visión sistémica.

La necesidad de que la víctima encuentre sentido a su situación no es lo mismo que encontrarle un “motivo”. Tal vez no haya ningún “motivo” por el que una determinada persona se convierta en un momento dado en víctima de un conductor borracho. El “motivo” por el cual uno se convierte en víctima puede ser tremendamente distinto del sentido que la víctima encuentre a la experiencia.

Para el alma familiar, el incluir con amor lo que fue separado por dolor es motivo suficiente para sacrificar al miembro mas débil o mas sensible del sistema, a fin de que se re-establezca el orden. El motivo responde así a la necesidad colectiva del sistema y la elección del representante es arbitraria. Sin embargo, como cada víctima comprende su situación de modo diferente, el descubrimiento del sentido siempre es una experiencia individual y opcional.

La Victima y el poder de crear.


                              “El padre y yo somos uno”. Jesús.

La causa mayor de dolor es el sentimiento de separación, cuando podemos reconocer que somos Uno con la creación y el Creador, el dolor se desvanece. Todos –incluyendo la víctima- tenemos el poder de cambiar nuestras circunstancias y crear experiencias nuevas. Como dijo Henry Ford: "Los obstáculos son esas cosas espantosas que ves cuando apartas los ojos de tu meta"

¿Alguna vez has observado cómo cuando te acercas al espejo, la imagen se acerca a ti? Es lo mismo con el Creador. Cuando pones a la Luz de primero, la Luz te pone de primero. Hoy, deja ir la ilusión de que tú eres la fuente del bien en tu vida y, en lugar de eso, ríndete y permite que la Luz lo sea.


Lo sagrado y lo secular no son incompatibles; diferenciarlos es un recurso para distinguir aspectos de la experiencia humana. La tarea psicológica de la víctima es percibir ambos ámbitos unidos. Hacer que lo secular sea sagrado, hacer del propio sufrimiento un sacrificio digno: honrar la herida, valorar lo vulnerable, cultivar la consideración por la propia alma lastimada.

La persona que se ve o se siente sufriendo por (no sólo a causa de) una deidad, causa, principio o amante, experimenta un aspecto distinto de la condición de víctima: el valor del sacrificio. Lo que redime el sufrimiento y la congoja de la víctima no es necesariamente el cese del sufrimiento, sino la experiencia de significado en él.

La víctima capaz de sacrificarse se vuelve psicológicamente activa en su aflicción, participando en la tarea sagrada de crear significado a partir del caos incomprensible. La capacidad de entregarse a una necesidad más profunda se pone a prueba en la condición de víctima. ¿Ante quién o qué nos sacrificamos?

El valor y la importancia de la figura a la que ofrecemos el sacrificio, es decisiva en la creación de significado, pues un objeto indigno degrada al que se sacrifica. La víctima debe encontrar un altar digno en su propia psique en el que colocar lo que le ha sido arrebatado. Elegir lo que ya ha sucedido y dar nuestra aprobación consciente diciendo “si” a la realidad de la propia condición de víctima es el inicio del sacrificio consciente.

Resulta difícil para muchas personas imaginar que algo deba conseguirse a través de algún tipo de sacrificio. Sin embargo, para crecer como adultos debe haber un lugar para el sacrificio. ¿Qué significado tiene ser “santo”, “escogido”, o “dedicado” si no hay una persona o una causa digna de tal devoción? ¿De qué sirven toda nuestra fuerza y poder sino podemos entregarlos y someterlos a algo mayor que nosotros mismos? ¿Estamos tan decididos a no ser víctimas que nos hemos vuelto incapaces de sacrificio?


Si no podemos o no queremos dar o entregar algo, si no sentimos exigencias éticas más profundas que nuestras pequeñas identidades, hemos perdido no sólo una capacidad vital para relacionarnos, sino una experiencia fundamental del ser humano. Dado que implica una pérdida irreparable, ser víctima parece una tragedia bajo cualquier circunstancia. Pero es una tragedia igualmente terrible no querer sacrificarse, ya que implica nuestra incapacidad de amar.


En la región del alma donde nos sentimos víctimas, debemos buscar la semejanza con el Creador, y construir un altar interior para asegurar que nuestro sacrificio será santo. La enseñanza que hay que descubrir no es el “tú te lo has buscado”, sino que “eso te ha buscado para llevarte a tu Yo”.


"Hay momentos y períodos en nuestra vida en los que el sacrificio genuino de lo que más amamos es esencial para continuar creciendo. Si este sacrificio no se hace voluntariamente, es decir, conscientemente y con un sufrimiento plenamente consciente de la pérdida, el sacrificio ocurrirá inconscientemente. En ese caso, no nos sacrificaremos en busca del crecimiento sino que seremos sacrificados por un crecimiento extraviado".

Russell Lockhart.

3 comentarios:

  1. Gracias Karina es un tema muy interesante y que me toca profundamente, que debe ser leido y releido varias veces.

    ResponderEliminar
  2. Que chevere la forma en que explicas un tema tan extenso y complejo como lo puede llegar a ser los arquetipos de Jung. me gusto mucho!
    estaba buscando informacion de el arquetipo de la victima para un taller sobre crecimiento personal centrdo en la autoestima que dicto el dia lunes, y me encontre con tu blogg... tu nombre y la especialidad en el campo de la psicologia en que me quisiera especializar en una año que me gradue junto con la terapia transpersonal.
    seria chevere charlar.
    alep8184@hotmail.com
    alejandra pereira
    colombia

    ResponderEliminar