jueves, 7 de octubre de 2010

Peces confundidos.


El pez ardilla es -por necesidad- un habitante nocturno del arrecife de coral. Sus ojos de un tamaño mayor a lo normal (por eso el nombre) poseen un tejido situado detrás de la retina, que se conoce como tapetum lúcidum, que forma una especie de pequeños espejitos que se acomodan para reflejar, y ampliar hasta un millón de veces, la muy escasa luz nocturna.

Esta forma de amplificar la luz le permite capturar pequeños invertebrados que son iluminados por la luz de las estrellas. Es esa misma caracterñistica que convierte al pez ardilla en enemigo del sol. De ahí que, durante el día se esconde en las sombras de pequeñas cavernas submarinas, el interior de naufragios o debajo de los aleros que forman los corales.


Los peces ardilla inteligentemente evitan la luz del sol que los cegaría completamente poniéndolos en manos de sus enemigos. Para proterse durante el día -mientras duerme entegándose a su propia oscuridad- apaga el color rojo intenso de su cuerpo y se converte en un pez pálido y deslucido.


Con las primeras horas del atardecer, cuando el sol aún no termina de ocultarse, los peces ardillas vestidos aún con su tono pálido comienzan a recorrer el arrecife en busca de alimentos. En el inicio se los ve torpes y aletargados, pero a medida que oscurece sus  cada vez más bermellantes cuerpos se mueven con mayor agilidad tornándose más agresivos en la búsqueda de sus presas.


Tal vez el color rojo intenso estimula aún más la excitación que provoca la caza, a diferencia del color pálido que le acompaña durante el descanso cuando sus músculos se distenden.



A diferencia de otros animales el pez ardilla no parece tener un reloj biológico que le indique que llegó la hora de comer, más bien parece guiarse por la intensidad de luz que recibe el arrecife. Cuando empieza a descender la intensidad de luz es hora de comer.

Los pescadores relatan que en los días nublados se observan los cardúmenes de peces ardilla suspendidos a media agua y, todavía vestidos de pálido. Como si no supieran qué hacer, aletargados y confundidos se acompañan con el grupo. Pueden pasar horas fuera de las cuevas, expuestos a los depredadores sin terminar de entender por qué no llega la protectora oscuridad.


Habitantes de un mundo sin cielo, los peces ardilla no saben nada de nubes ni soles escondidos. En ocasiones somos como peces ardilla y no sabemos distinguir cuando el cielo está nublado y quedamos confundidos esperando que llegue la noche para estar seguros, sin darnos cuanta que en el entretanto somos presa fácil de los enemigos.

La diferencia es que hemos sido creados para vivir en la luz y es por eso que en nuestro diseño se nos ha agregado el discernimiento espiritual a través de los dones para detectar cuando es el tiempo de peligro y cuando es el tiempo de salir de cacería...

Karina Pereyra.



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