domingo, 24 de abril de 2011

Sacrificio, pascua de resurrección y curación por lo femenino.


Desde hace unos años, he estado modificando mi comprensión acerca de lo femenino. Mis inquietudes me han llevado a mirar con profunda humildad mi propia historia como mujer. Compartir mis avances y la nueva manera de ser mujer que he ido descubriendo y viviendo, me ha llevado a incorporar estas reflexiones y experiencias en mi trabajo psicoterapéutico.

Mi camino ha recorrido muchas sendas de trabajo personal y espiritual, sin embargo, no fue hasta que conocí las constelaciones familiares que pude encontrar la fuerza para ocupar mi lugar como mujer. Sin temor a equivocarme, puedo decir que lo femenino da verdadero significado al sacrificio.

La palabra sacrificio procede del latín sacer, de donde deriva la palabra sagrado; su significado original se aplica a lo que es venerado, escogido, “destinado al sacrificio”, dedicado a un dios o a una finalidad religiosa. Es curioso que sacer también signifique “penalizado”, “maldito” y “criminal”.

Lo femenino puede ser visto a la vez como una bendición y como una maldición. La sacralidad asociada a la imagen del sacrificio femenino remite a su apartamiento, su interioridad como figura psíquica y su significado interior. Por otra parte, la relación de lo femenino con el pecado viene de la antigua idea cristiana de que el pecado atrae su justo castigo, en cambio la bondad atrae bendición.

La idea es: donde hay castigo debe haber pecado.


Cuando Jesús ocupo su lugar en el cielo, después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una época del año, a la que llamaron Cuaresma, que comprendía los cuarenta días antes de la fiesta de Pascua, para hacer sacrificios que facilitaran la limpieza del alma. Uno de los sacrificios era no comer huevos durante la Cuaresma.

El Domingo de Resurrección (de Pascua) es la fiesta más importante para todos los cristianos, ya que es el triunfo de Jesús sobre la muerte, lo que dota de sentido la fe. La resurrección es la clave de la esperanza cristiana. San Pablo dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Hoy es el inicio del tiempo pascual, que recuerda el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos. En algunos lugares, temprano en la mañana se hace una procesión llamada “del encuentro”, en la que un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen, y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado.

Muchos dicen que no hay dolor mayor que el de una madre que sobrevive a un hijo. Cuando vi la película de Mel Gibson "La última pasión de cristo", esta frase cobro vida. Esta muestra a Maria y su dolor de una forma conmovedora, que nos permite dar valor y un lugar al sacrificio de la madre.


La ceremonia en que los fieles son el vehiculo para que la virgen y Jesús se encuentren, es la muestra de la incomparable alegría de la madre de saber que su hijo “vive”. En otros lugares, la tradición se muestra con la búsqueda de los huevos de pascua. Parece que el origen de esta costumbre se remonta a los antiguos egipcios, quienes tenían por costumbre en ocasiones especiales, regalarse huevos decorados por ellos mismos.

El día de Pascua, luego del sacrificio de no consumir huevos en cuaresma, los cristianos salían de sus casas con canastas de huevos que regalaban a los demás cristianos para compartir la alegría por la Resurrección de Jesús. Uno de estos primeros cristianos, recordando lo que hacían los egipcios, decidió pintar los huevos que iba a regalar. A los demás cristianos les encantó la idea y la imitaron.

Desde entonces, regalar huevos de colores en Pascua, es una forma de mostrarnos contentos porque Jesús resucitó. Nuevas ideas fueron sumándose, como regalar en Pascua huevos de chocolate y de dulce. La leyenda del “conejo de Pascua” se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, en las que el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril.

Progresivamente, se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania. Cuenta también una curiosa leyenda que, cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, dentro de la cueva había un conejo escondido, que fue testigo de cómo la gente lloraba y hacia duelo por la muerte de Jesús.

El curioso conejo se quedó ahí y vio cuando Jesús se levantó y un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió. El conejo decidió que tenía que avisar a todas las personas entristecidas que Jesús había resucitado. Y como los conejos no hablan, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje. Cuenta la leyenda, que el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.


Estamos en un nuevo tiempo, en el que se hace urgente el reconocimiento de las energías masculinas y femeninas dentro de nosotros mismos, así como en toda la creación. De igual modo, cada vez es mayor el número de personas que sienten un creciente despertar a la comprensión de que la unidad empieza en el reconocimiento de lo masculino y lo femenino en nosotros mismos.

Vivimos momentos cruciales de cambios y transformaciones a nivel mundial, por lo que es urgente comprender que la sanación viene de lo femenino. Es vital conectarnos con la intuición y con la profunda capacidad de sentir. Es a través de lo femenino que contactamos la sabiduría del corazón, y la capacidad de escuchar al cuerpo y sus necesidades de alimentación, descanso y recreo.

Comenzó el tiempo del agua, de la mujer, de lo femenino…el regreso a la madre es impostergable y fundamental. Las constelaciones familiares se pueden ver como un “camino de retorno a la madre”, es por ello que son un camino educativo, pues esta tarea es de toda la vida.

Es el momento de unir espíritu y materia. El espíritu es masculino y el cuerpo es femenino. El espíritu requiere de la materia para expresar su poder. La materia requiere del espíritu para expresar su fuerza. Se necesitan mutuamente, por eso la vida empieza en el cuerpo, y el mejor camino hacia la vida es la madre.

La manera en que tratamos nuestro cuerpo, muestra la relación que tenemos con nuestra madre. Quien rechaza su cuerpo, rechaza a su madre, por eso nuestros síntomas nos muestran nuestro trabajo y la necesidad de nuestro espíritu.

En el cuerpo experimentamos lo masculino y la femenino, y la separación de estas fuerzas también la vivimos en el cuerpo. La unidad empieza en nuestro cuerpo, y es la unidad la que sana. La posibilidad de lograr la felicidad y el éxito, viene como consecuencia de poder sentir la unión de ambos padres en el cuerpo de nosotros como hijos.



Lo sagrado y lo cotidiano no son incompatibles; diferenciarlos es un recurso para distinguir aspectos de la experiencia humana. La tarea de lo femenino es percibir ambos ámbitos unidos: hacer que lo sagrado sea cotidiano, hacer del propio trabajo personal un sacrificio digno, honrar la herida, valorar lo vulnerable, y cultivar la consideración por la propia alma lastimada.

La persona que se ve o se siente sufriendo por (no sólo a causa de), experimenta un aspecto distinto de su sufrimiento: el valor del sacrificio. Las constelaciones familiares nos muestran por medio de imágenes hacia donde mira nuestro sufrimiento, quien o que fue separado y por tanto nos duele, y a la vez hace que nuestro dolor nos desconecte del regalo del “presente”.

Cuando en la imagen de una constelación vemos por quien nos hemos sacrificado, participamos de modo activo y consciente en la tarea sagrada de entrar en contacto con el significado, a partir de lo incomprensible. Las imagenes son el lenguaje original del alma, ellas revelan lo que antes estaba oculto.

A nivel colectivo e histórico, la exigencia de sacrificio se ha cernido de forma desproporcionada sobre las mujeres, por lo que a la mayoría de los hombres (y a muchas mujeres) nos les parece digno. Esta herencia y la debilidad asociada a lo femenino, hace difícil para muchas mujeres y hombres asentir al sacrificio.

Sacrificarse implica una pérdida irreparable, y para muchos esto es una tragedia bajo cualquier circunstancia. No querer sacrificarse es una tragedia igualmente terrible, ya que implica nuestra incapacidad de amar. Las constelaciones familiares muestran que el sacrificio genuino de lo que más amamos, es esencial para continuar creciendo. Cuando este sacrificio no se hace conscientemente, el sacrificio ocurrirá inconscientemente y el sufrimiento será en vano.

Este tiempo de pascua es de milagros. Jesús de Nazareth nos mostró que cuando el sacrificio es consentido, no hay sufrimiento. Lo imposible se hace así posible, de modo que lo que fue muerto es resucitado, ya sea una relación, un trabajo, una profesión, un sueño, o cualquier otra cosa. Lo masculino y lo femenino juntos son manifestadores de milagros. Jesús es Uno.

Que estas Pascuas de Resurrección y Vida Fortalezcan e Impulsen cada día más nuestro mover al servicio de la vida.

Karina Pereyra.
Terapeuta en constelaciones familiares.
Tlalnepantla, Mexico.

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