Hay más
familias de las que nos pensamos que ocultan secretos; secretos que pesan tanto
en la vida psíquica de sus miembros que estos enferman, se convierten en
delincuentes o toxicómanos o entran en una incomprensible espiral de fracasos.
Paradójicamente,
normalmente nacen del deseo de los padres de proteger al niño ocultándole, por
ejemplo, que otro miembro de la familia ha tenido un hijo fuera del matrimonio,
o se va a morir, o está en la cárcel o simplemente está en el paro.
Los ejemplos
son infinitos. Y siempre, en todos los casos, es como si el niño al que se ha
aislado supiera, inconscientemente, la verdad y se las arreglará para
entenderlo a través de una enfermedad o una conducta marginal con un único
objetivo: demostrar que él también se está muriendo o es un delincuente o un
parado, creyendo que así recuperará la confianza perdida.
Cuando los
miembros del grupo viven algo de manera muy intensa y no les pueden otorgar
representación verbal, van a traducirlo inconscientemente. Cuando un niño
sospecha que sus padres maquillan o distorsionan la realidad y que, por ello,
sufren, empieza a barajar varias hipótesis.
En una
pareja sucede lo mismo. Su pareja llega a casa cada noche de buen humor y de
repente, un día, llega totalmente perturbado. Le pregunta qué le pasa y le dice
que nada, entonces usted se empezará a hacer preguntas.
Pero
volvamos al niño. Si sospecha que le ocultan algo, se hará tres tipos de
preguntas. Para empezar, se preguntará: ¿Es culpa mía? ¿He hecho algo mal sin
darme cuenta? A continuación, la siguiente pregunta será: ¿Es que mis padres
han hecho algo de lo que se avergüenzan y no se atreven a explicármelo? Y, al
final, se dirá: A lo mejor sólo son imaginaciones mías. De este modo, el niño
entra en una espiral de dudas cada vez más generalizada.
Si lo que le
ocultan es importante, acabará dudando de lo que escucha, de lo que ve, de lo
que entiende y de lo que piensa. Este sufrimiento es terrible para el niño y
puede presentar problemas más o menos serios, desde dificultades en el
aprendizaje hasta determinados comportamientos sicóticos.
¡Por
supuesto! Todas las familias guardan secretos.
El secreto
de familia tóxico posee tres características:
1-
Se oculta.
2-
Está prohibido saberlo.
3-
Provoca sufrimientos en un
miembro de la descendencia.
La gravedad
reside en la importancia del secreto, claro está, pero también en el desgaste
emocional y en la constancia por preservarlo. El secreto atraviesa las
generaciones. El adulto que, de pequeño, sufrió las consecuencias de un secreto
de familia está destinado a desarrollar, en su papel de padre o madre, un sistema
de comunicación distorsionado.
Por ejemplo,
si una mujer fue víctima de un incesto cuando era pequeña, su hijo puede intuir
lo que le esconde, aunque sin tener la confirmación. En la segunda generación,
cuando esta niña sea madre, puede desarrollar una actitud ansiosa con respecto
a la sexualidad sin saber por qué y puede llegar a ser exageradamente
protectora con su propia hija.
El secreto
ya no es sólo “indecible”, sino también “innombrable”. Entonces, el niño puede
desarrollar auténticos problemas de personalidad. Todo lo que sale de la norma
social, se presta al secreto.
El secreto
de familia no se opone a la verdad, se opone a la comunicación.
Cuando un
niño crece en el seno de una familia con secretos, evidentemente tiene la
impresión de que existe algo que él no puede saber pero, sobre todo, cree que
ser adulto es tener secretos. Así pues, empezará a fabricarlos y a disimular
informaciones, algo que se opondrá a la comunicación auténtica que debería
tener con todos los que tiene alrededor, incluidos los padres.
Fragmentos
de Serge Tisseron; “Secretos de familia”.
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