viernes, 14 de marzo de 2014

Los secretos familiares.


Hay más familias de las que nos pensamos que ocultan secretos; secretos que pesan tanto en la vida psíquica de sus miembros que estos enferman, se convierten en delincuentes o toxicómanos o entran en una incomprensible espiral de fracasos.
Paradójicamente, normalmente nacen del deseo de los padres de proteger al niño ocultándole, por ejemplo, que otro miembro de la familia ha tenido un hijo fuera del matrimonio, o se va a morir, o está en la cárcel o simplemente está en el paro.
 
Los ejemplos son infinitos. Y siempre, en todos los casos, es como si el niño al que se ha aislado supiera, inconscientemente, la verdad y se las arreglará para entenderlo a través de una enfermedad o una conducta marginal con un único objetivo: demostrar que él también se está muriendo o es un delincuente o un parado, creyendo que así recuperará la confianza perdida.
 
Cuando los miembros del grupo viven algo de manera muy intensa y no les pueden otorgar representación verbal, van a traducirlo inconscientemente. Cuando un niño sospecha que sus padres maquillan o distorsionan la realidad y que, por ello, sufren, empieza a barajar varias hipótesis.
 
En una pareja sucede lo mismo. Su pareja llega a casa cada noche de buen humor y de repente, un día, llega totalmente perturbado. Le pregunta qué le pasa y le dice que nada, entonces usted se empezará a hacer preguntas.
Pero volvamos al niño. Si sospecha que le ocultan algo, se hará tres tipos de preguntas. Para empezar, se preguntará: ¿Es culpa mía? ¿He hecho algo mal sin darme cuenta? A continuación, la siguiente pregunta será: ¿Es que mis padres han hecho algo de lo que se avergüenzan y no se atreven a explicármelo? Y, al final, se dirá: A lo mejor sólo son imaginaciones mías. De este modo, el niño entra en una espiral de dudas cada vez más generalizada.
 
Si lo que le ocultan es importante, acabará dudando de lo que escucha, de lo que ve, de lo que entiende y de lo que piensa. Este sufrimiento es terrible para el niño y puede presentar problemas más o menos serios, desde dificultades en el aprendizaje hasta determinados comportamientos sicóticos.
 
¡Por supuesto! Todas las familias guardan secretos.
El secreto de familia tóxico posee tres características:
 
1-   Se oculta.
2-   Está prohibido saberlo.
3-   Provoca sufrimientos en un miembro de la descendencia.
La gravedad reside en la importancia del secreto, claro está, pero también en el desgaste emocional y en la constancia por preservarlo. El secreto atraviesa las generaciones. El adulto que, de pequeño, sufrió las consecuencias de un secreto de familia está destinado a desarrollar, en su papel de padre o madre, un sistema de comunicación distorsionado.
Por ejemplo, si una mujer fue víctima de un incesto cuando era pequeña, su hijo puede intuir lo que le esconde, aunque sin tener la confirmación. En la segunda generación, cuando esta niña sea madre, puede desarrollar una actitud ansiosa con respecto a la sexualidad sin saber por qué y puede llegar a ser exageradamente protectora con su propia hija.
 
El secreto ya no es sólo “indecible”, sino también “innombrable”. Entonces, el niño puede desarrollar auténticos problemas de personalidad. Todo lo que sale de la norma social, se presta al secreto.
El secreto de familia no se opone a la verdad, se opone a la comunicación.
 
Cuando un niño crece en el seno de una familia con secretos, evidentemente tiene la impresión de que existe algo que él no puede saber pero, sobre todo, cree que ser adulto es tener secretos. Así pues, empezará a fabricarlos y a disimular informaciones, algo que se opondrá a la comunicación auténtica que debería tener con todos los que tiene alrededor, incluidos los padres.
 

Fragmentos de Serge Tisseron; “Secretos de familia”.

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