jueves, 24 de febrero de 2011

Vivir en asentimiento.


«El asentir es la única respuesta cuerda».


Si te observas ahora, ¿puedes aún decir las dos cosas que todo bebé podría expresar, si pudiera dominar la palabra?: Soy completamente amado. Soy completamente digno de amar. Pocas personas adultas pueden hacerlo, pues al observarse detectan defectos por los que no creen que son merecedores de amor.

En muchos sentidos, eso parece correcto, pues el amor perfecto no pertenece a este mundo. Sin embargo, en un sentido más profundo, lo es: lo que tomamos por defectos son, en realidad, las cicatrices de dolores y heridas acumuladas a lo largo de la vida.


Cuando nos miramos en el espejo creemos estar viéndonos de un modo realista; pero el espejo no revela la verdad que resiste pese a todas las heridas: Fuimos creados para ser completamente amados y completamente dignos de amor, por toda la vida.

Por debajo de todo lo que sentimos y pensamos la inocencia se mantiene intacta. El tiempo no puede mancillar nuestra esencia: somos seres espirituales, y el espíritu asiente a todo y a todos. Si perdemos de vista esta esencia, confundiremos nuestro yo con nuestras experiencias, y no caben dudas de que las experiencias pueden hacer mucho para eliminar el amor.

Por esta vía descubrimos que solo experimentamos una limitada cantidad de amor, y nos sentimos dignos de amor sólo hasta cierto punto. Esto puede cambiar. Aunque nos veamos a nosotros mismos como seres limitados, las enseñanzas espirituales dicen lo contrario. En espíritu, no estamos atados ni al tiempo ni al espacio...las experiencias no pueden tocarnos. En espíritu somos inocentes y siempre lo hemos sido...en espíritu somos amor puro.

Si no nos sentimos completamente amados ni completamente dignos de amor es porque no nos identificamos con nuestra naturaleza espiritual. Nuestro sentido del amor ha perdido lo único de lo que no puede prescindir: su dimensión superior.

El asentir a todo nos permite restaurar esa parte perdida. Entonces, mente, cuerpo y espíritu se unirían, y esta unión expresa «el amor que tenemos para dar». Cuando nos unimos al ser amado manifestamos «el amor que tienes para compartir».



En nuestra naturaleza más profunda, cada persona está destinada a ser el héroe o la heroína de una eterna historia de amor. Cada uno de nosotros debe descubrir por sí mismo que el amor es una fuerza tan real como la gravedad y que ser sostenido por él todos los días, a cada hora, a cada minuto, no es una fantasía: debería ser nuestro estado natural.


Vivir en asentimiento es asentir a la unión del yo y el espíritu. Esto no sólo es posible, sino inevitable.

• El amor puede curar.

• El amor puede renovar.

• El amor puede protegernos.
• El amor puede inspirarnos con su poder.
• El amor puede acercarnos a Dios.
 • Todo lo que el amor se propone hacer resulta posible.


Un sendero espiritual tiene una sola razón de ser: mostrar el camino para que el alma viva en asentimiento. Cuando encontramos nuestro sendero encontramos también nuestra historia de amor.

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