Los psiquiatras se dieron
cuenta de que con los elementos psicoanalíticos no pueden curar a los
emigrantes de África, de Asia, que tienen sus propias religiones y sus propias
intuiciones del mundo. Sólo podían curar a alguien en su propia visión del
mundo; entonces, debían aceptar la magia negra, los fantasmas, etcétera.
Hace
poco un brujo mexicano me dijo que yo tenía un “daño”; yo no vivo en su mundo
pero acepté lo que me decía, es maravilloso. ¿Por qué? Porque el psiquiatra y
el médico aíslan al enfermo, lo meten a un hospital y le dicen que está enfermo
y que lleva la enfermedad en sí, le dicen que la enfermedad es algo esencial
del ser.
En Chile
pregunté a las curanderas cómo trataban a los enfermos; me dijeron que lo
primero que hacían era encontrar al “dueño” del enfermo. “El enfermo tiene un
dueño, su familia, su padre, su madre. No se le puede tratar sin sus dueños.”
No pueden curarlo si lo apartan de su familia.
El
charlatán, el brujo, el mago, comprenden eso y no te dicen que estás enfermo;
en lugar de curarte a ti, curan el “daño”. Las enfermedades son siempre en
relación con el otro; el mago, la bruja, curan “relacionalmente”. Yo acepto su
parte mítica; es psicomagia de mi parte, y de la suya es magia. Hay tesoros
maravillosos de magia mexicana; sea verdad o mentira, curan en tu mentalidad.
Cuando
el médico te extrae del ambiente, te enferma más. Nunca hay que separar.
Nosotros tenemos que nacer y morir en familia. Los etnopsiquiatras nunca ven
solos a un paciente, no se aíslan; lo atienden en grupos para que la persona se
cure como antes, en las aldeas. Antes, cuando había un problema era público,
colectivo: tu problema es mi problema. Necesito que tú asumas mi problema para
que yo me cure. En cierta forma utilizo todo eso, con el mayor de los respetos;
y así, digo que soy un“psicocharlatán”.
Alejandro
Jodorowsky en una entrevista.
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