miércoles, 27 de julio de 2011

A través de tu padre puedes saber quién eres.


-¿Cómo fue el proceso con el que trabajó Alejandro Jodorowsky?

-“Siéntate en esa mecedora y empieza a mecerte”, me dijo Jodorowsky, “y comienza a hablar”. “Qué ves, qué sientes. Aunque sea difícil, tú habla”.

Y, efectivamente, llega un momento en el que el discurso se encarrila solo y salen cosas realmente sorprendentes entre la familia y mi relación con ella. Un poco porque yo mismo lo iba viendo y otras veces porque Jodorowsky lo iba provocando. Incluso salieron opiniones que yo desconocía y se oponían totalmente a lo que siempre había pensado. El resultado de esta sesión, verdaderamente muy fatigosa, fue que cambió radicalmente toda la opinión que yo tenía sobre mis padres, la relación entre ellos y sobre mi relación con ellos.

Pensaba que, si mi padre no hubiera muerto, yo hubiera sido un Hemingway a los dieciocho años, habría tenido el mundo a mis pies. Entonces Jodorowsky se quedó pensando y me preguntó:

-“Tú cómo te prefieres: ¿como eres ahora o el que hubieras sido?”.

-Me quedé pensando, y contesté: “Pues el que soy”. Y Jororowsky, me dijo:

-“Como ves, tu padre se inmola para que tú hayas podido ser quien eres. Si tu padre hubiera vivido habría cambiado tu vida”.

Y me di cuenta que le debo todo a mi padre, todo lo que soy, y eso se agudiza cuando me entero, dos días después, cuando una prima mía me trae la cartilla militar de mi padre, que murió el mismo día de su cumpleaños. Me quedé muy sorprendido, y se lo cuento a Jodorowsky, que también se sorprendió mucho. Entonces, me dice que las personas que mueren el mismo día que han nacido es que no han nacido para ser ellas mismas, sino para cumplir una función para otros. Entonces toda esta red de sincronías llega a su apoteosis.

-No llegaste a tomar aquellos hongos que me pediste para acudir a las fosas de la vergüenza, donde presuntamente descansa tu padre…

Es cierto, y así está contado en la novela, una novela que nunca acababa porque no me atrevía a matar a mi padre. Todas las noches le decía a Naoko: mañana mato a mi padre, de mañana no pasa. Y Jodorowsky, me decía:

-“Es que no quieres matarle, tu subsconciente se rebela y te obliga a no terminar la novela”.

Cuando ya por fin mato a mi padre, sin saber qué día era, miro el periódico y era el día de su cumpleaños: el mismo día que le habían matado.

No puedes saber quién eres si no sabes quién es tu padre. Gabriel García Márquez lo dice en una frase que recojo en la novela: “Una persona se da cuenta de que ha empezado a envejecer cuando al mirarse al espejo descubre que se parece a su padre”. Si no lo has conocido, no llegas a nada, es una vida incompleta. Yo juego con esa idea. Ahora estoy en paz con mi padre y él conmigo. Ambos hemos pagado una deuda.

Tomado de una entrevista a Sánchez Dragó.

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