martes, 22 de noviembre de 2011

Agradecimiento y milagros.


El mes de noviembre inicia recordando a nuestros muertos, y en el hemisferio norte culmina celebrando el Día de Acción de Gracias. Este mes nos permite integrar la pérdida y el agradecimiento. Es una invitación a mirar hacia atrás, evaluar nuestra siembra, el trabajo que hicimos con ella y agradecer la cosecha, independientemente del precio que nos haya costado. La práctica del agradecimiento nos obsequia riquezas. Cuando nuestro corazón está lleno de gratitud, cualquier puerta que parece cerrada puede ser una apertura para una bendición aún mayor.

Una historia Zen cuenta que Rengetsu, una de las pocas mujeres que había en el templo, estaba en un peregrinaje y llegó a un pueblo al atardecer. Llegada la noche pidió alojamiento, pero los pobladores le cerraron sus puertas en la cara. En este pueblo había budistas tradicionales y no permitieron que una mujer Zen se quedara allí. La arrojaron fuera del pueblo. Era una noche fría y la anciana estaba sin alojamiento y con hambre. Tuvo que hacer que un cerezo de los campos le sirviera de abrigo. Hacía realmente mucho frío no podía dormir bien. Y también era peligroso por los animales salvajes y otras cosas.

A medianoche despertó con mucho frío y vio en el cielo nocturno de primavera los capullos totalmente abiertos del cerezo, riéndose de la brumosa luna. Fascinada por esta belleza, se levantó e hizo una reverencia en dirección al pueblo diciendo: “Por su bondad al no darme alojamiento, me hallé debajo de estos capullos en la noche de esta luna brumosa”.

Con inmensa gratitud agradeció a aquellas personas que le negaron alojamiento. De otro modo ella hubiera estado durmiendo debajo de un techo común y corriente y se hubiera perdido la bendición de los capullos del cerezo, la luna brumosa y ese silencio de la noche, ese absoluto silencio de la noche. No estaba enojada, lo aceptaba. No sólo lo aceptaba, sino que le daba la bienvenida. Se sentía agradecida…

El libro “Zen; El Camino de la Paradoja” comenta esta historia: La vida es inmensa, y en cada momento llega con mil y un regalos para nosotros. Pero te hallas tan comprometido, preocupado, con tu mente anhelante, estás tan lleno de tus pensamientos, que rechazas todos estos presentes. Dios llega, tú sigues rechazando. Un hombre se convierte en un Buda en el momento en que acepta todo lo que le trae la vida con gratitud…La vida y la muerte danzan juntas.

Siempre habrá pérdidas que nos traerán tristezas. Pelear contra lo inevitable es un trabajo tonto. El camino es desidentificarnos de la tristeza. Podemos transformarnos en su testigo, decir “si” y hasta disfrutar del momento de tristeza. Osho dice que la tristeza tiene su propia belleza y que la mayoría de nosotros no nos fijamos porque nos identificamos tanto con su energía, que no penetramos en la belleza de un momento triste.

La verdad es que si nos fijamos, mucha gente ha contactado valiosos tesoros gracias a la profundidad que nos obsequia la tristeza. De hecho, mucha gente cuando está feliz se desenfoca entregando toda su energía a aquello que le da la felicidad que saborea. Nunca somos tan profundos como cuando estamos tristes. La tristeza tiene profundidad; en cambio la felicidad tiene algo de superficial.

En mi caso, la época en que estaba burbujeante de felicidad, estaba en los restaurantes de moda, discotecas, bares, hoteles, salas de espectáculos y teatros. Gastaba enormes cantidades de dinero en diversiones y ropa. Era insípida, superficial y especialista en evitar el dolor. La ironía es que mas alto subimos, mas estrepitosa es la caída, y cuando llegaba a visitarme de modo inevitable el dolor, literalmente me quería morir. Me quejaba, rezongaba, me victimizaba y tomaba nuevas medidas para evitar el sufrimiento. Llego un momento en que reía cuando quería llorar.


Había hecho de mi vida la caricatura de un payaso. No había ninguna profundidad en mí, y mi superficial arraigo se iba a pique a la menor inclemencia. Mis raíces estaban muy débiles…Las Constelaciones Familiares fueron y siguen siendo una provocación a mi necesidad de entendimiento. La mente está diseñada para controlar y dirigir, y cuando no tiene explicaciones descarta, separa, rechaza o excluye aquello que no puede alcanzar a través de la razón.

Yo había aprendido a desconfiar del corazón con la ilusión de tener un poco de poder sobre mis sentimientos para no sufrir el dolor de la separación. La fenomenología utilizada por Hellinger en sus Constelaciones Familiares me mostró una realidad ignorada por mí hasta ese momento.

La sencillez del método, la humildad del terapeuta y el poder del milagro, manifestado en volver la mirada a la fuerza de la familia, terminaron derribando las murallas construidas por mi intelecto para ponerme en las manos del misterio. De este modo, un incesante agradecimiento transformó mi vida: agradecimiento a mis padres por darme la vida, a los maestros por la enseñanza, a los amigos por su compañía, a los compañeros de estudio y trabajo por sus ayudas.

Creo que sin esta mirada el camino hubiera sido más difícil. El agradecimiento está relacionado con el entendimiento humano. La mayoría encuentran obstáculos para agradecer cuando nuestras experiencias producen pérdidas o no son beneficiosas. En cambio, la Biblia dice que debemos agradecer sea que produzca provecho, pérdida o dolor.

Gracias a la comprensión que llegó a mí a través de las Constelaciones Familiares, mi relación con Dios es un compromiso de amor. El agradecimiento es la llave para que el poder de Dios se convierta en una experiencia de vida. Es la llave para abrir nuestro corazón y llenarnos de bendición y milagros.

Luego de ser removida por las constelaciones familiares, conocí la visión de Osho. Para él, la felicidad es superficial como las olas, y la tristeza tiene profundidad. Es por eso, que cuando estamos tristes tocamos una profundidad tan grande como la del Océano Pacífico. La invitación es a sumergirnos en su profundidad…observarla…La felicidad es ruidosa; la tristeza tiene un cierto silencio.

Él dice que la tristeza es como una flor de la oscuridad, como un abismo sin fondo, tan silenciosa, tan musical; en ella no hay ruido ni perturbación. Uno puede ir cayendo en ella incesantemente y uno puede salir de ella absolutamente rejuvenecido. La tristeza es un descanso. Depende de nuestra actitud. Cuando nos entristecemos solemos pensar que nos ha sucedido algo malo y entonces tratamos de escapar, sin meditar en lo que nos ocurre.

Luego queremos ver a alguien, compartir la carga, el pesar…vamos de fiesta, a un club, al centro comercial o encendemos la televisión o la radio, o hacemos algo para poder olvidar. El que algo malo nos ha ocurrido es sólo una interpretación. La felicidad es un polo, la tristeza es el otro. La vida es ambos. Mi trabajo es una de las mayores bendiciones que disfruto. Gracias a él, me entrego cada vez más a decir “si a lo que es”. Cada persona que llega como cliente al compartir su historia me recuerda lo pequeña que soy, y a la vez las bendiciones que tengo.

Una vida muy dichosa tendrá extensión, pero no tendrá profundidad. Una vida muy triste tendrá profundidad, pero no tendrá extensión. Una vida de ambas, tristeza y felicidad, es multidimensional; se mueve en todas las direcciones conjuntamente. Cuando miro la imagen de Jesús encuentro ambas fuerzas; una felicidad que contiene también tristeza, y es esa tristeza la que le da profundidad. La vida es buena en su totalidad, y cuando tomamos la vida en su totalidad, entonces podemos agradecerla y celebrarla.

Karina Pereyra.
Tomado de la charla del mes en Thesaurus.

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