Cuando me amé de
verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar
correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso
tiene nombre. Autoestima.
Cuando me amé de
verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino
señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es. Autenticidad.
Cuando me amé de
verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo
que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama. Madurez.
Cuando me amé de
verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación
o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es
el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el
nombre de eso es. Respeto.
Cuando me amé de
verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y
situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio,
mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama. Amor hacia uno
mismo.
Cuando me amé de
verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer
grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que
encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo Hoy sé,
que eso es. Simplicidad.
Cuando me amé de
verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos
veces. Así descubrí la Humildad.
Cuando me amé de
verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro.
Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un
día a la vez. Y eso se llama. Plenitud.
Cuando me amé de
verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando
yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es ¡Saber vivir!
No debemos tener
miedo de cuestionarnos. Hasta los planetas chocan y del caos nacen las
estrellas.
Charles Chaplin
No hay comentarios:
Publicar un comentario