domingo, 25 de septiembre de 2011

Un árbol sano es el que da buenos frutos.


Pensamos que hemos escogido la profesión y la vida que llevamos por propia iniciativa, y, cuando investigamos a fondo la historia familiar, descubrimos con asombro que hicimos lo que papá o mamá desearon silenciosamente, lo que alguno de nuestros abuelos o abuelas soñaron, o tal vez lo que convenía para reequilibrar algún desajuste familiar de fondo.

Para saber quiénes somos resulta imprescindible desarrollar nuestro árbol genealógico por lo menos hasta la altura de los bisabuelos. El árbol nos muestra el terreno donde se forjó nuestro carácter, también los secretos y las estructuras inhibidoras que hemos heredado de nuestro “clan”.

Normalmente es el árbol responsable de que tendamos a un nivel de consciencia determinado, el mismo que tenía el árbol cuando vimos la luz por primera vez. El simple hecho de considerar la sanación del árbol, ya es un paso. De satisfacer sólo el centro material, se irá pasando a conquistar las motivaciones de los demás centros: creativo, emocional e intelectual. Paso a paso, guiados por el Ser Esencial y apuntando siempre a la finalidad que uno mismo encarnó, en lugar de la que hemos tomado de los demás.

La mayoría de nuestras dificultades reflejan, en general, conflictos no resueltos en la estructura de nuestras familias. Desde pequeños, y de forma totalmente inconsciente, los absorbimos. Ahora, los conflictos que crecieron con nosotros, se vuelven a presentar en nuestras vidas aunque en manera diferente a como se presentaron en las generaciones anteriores.

Desde nuestra llegada al mundo, nuestros padres proyectaron inconscientemente sobre nosotros todo tipo de deseos corporales, sexuales, emocionales e intelectuales, que acabaron programando nuestras vidas en su mayor parte. El proyecto parental genealógico, nos hizo asumir desde la infancia el deber de realizar las proyecciones que otros familiares, en su tiempo, ya les trasmitieron a nuestros padres.

Cargar con esta Orden Familiar de forma inconsciente y con las que nuestra ‘Ser Esencial’ no está de acuerdo, puede ser fuente de desequilibrios, insatisfacciones, frustraciones de origen desconocido para nosotros. Simplemente no nos sentimos bien pero no sabemos el por qué.

La mayor parte de nuestros conflictos, desórdenes, pulsiones, enfermedades y contradicciones, se forman con la identificación a figuras de la familia que nos han marcado y a las que seguimos siendo fieles, a pesar que nos resulta doloroso, paralizante e autodestructivo.

A la vez estos personajes a quienes somos fieles, se identificaron con otras figuras del pasado, formando una cadena de herencia de conflictos que se siguen repitiendo. De la misma manera en la que nuestros padres influyeron sobre nosotros, ellos fueron influenciados por nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos. De diferentes maneras, todos mantenemos una fidelidad inconsciente a nuestra historia familiar.

Lo que recibimos de nuestros padres lo transmitimos a nuestros hijos y así sigue la repetición de generación en generación, marcando el destino de cada personaje del árbol. Es necesaria una toma de consciencia que aporte la fuerza para movernos en otra dirección a la luz de nuestro poder personal para lograr el viaje que nos transforma en héroes para el árbol. Jodorowsky dice que un árbol sano es el que da buenos frutos.

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