jueves, 1 de septiembre de 2011

Cuando un bebé viene a sanarnos.


Tengo tres hijos y crié sola. Me divorcié cuando ellos contaban 5, 3 y un año, y hoy día tienen 29, 27, y 25, sin embargo, no fue hasta un par de meses atrás que pude comprender la misión de los niños que están llegando en estos tiempos. Cada vez es mayor el número de mujeres en el mundo que crían solas a los hijos. La mayoría no planificó esta situación, y la han asumido.

Bebés concebidos en una relación ocasional, embarazos deseados por padres que no pudieron ser pareja, niños que llegan en una pareja que tiene compromisos con otro, y quizás la razón más frecuente se da cuando llega una separación o un divorcio con hijos ya nacidos.

No puedo dejar de admirar a las mujeres que aún en situaciones de riesgo, inseguridad económica, inmadurez emocional, el miedo, un corazón roto o soledad, se quedan con sus hijos y hacen con su vida algo bueno.

Hace un par de noches, un círculo de amigos celebramos el baby shower de un bebé que en su corto tiempo de existencia, es reconocido como un “sanador”. Su nombre es Diego Arturo y como el mejor de los alquimistas, ha transformado el plomo en oro en la vida de muchas personas que aún no le hemos visto con los ojos físicos.

El ha hecho resurgir nuestras capacidades nutricias, como el agua que brota con alegría de un manantial. Su presencia ha llegado para recordarnos con dulzura tiempos remotos en los que el amor, nutrición, apoyo, cobijo, confianza, intuición y rendición eran el modo natural de vivir.

Después de mucho tiempo de exageración y desborde de lo masculino, aumentado y sostenido por nosotras las mujeres, estamos en un retorno de lo femenino. A pesar de que yo misma pasé por la experiencia, y de haber acompañado como familia, amiga o terapeuta a tantas mujeres solas, es ahora cuando comprendo el llamado.


¿Qué quiere la vida de nosotros? ¿Cuál es el mensaje para las parejas y las familias? Diego Arturo me ha mostrado con claridad algunas respuestas. Aunque severa, la soledad es quizás la mejor maestra para enseñarnos a contactar nuestras necesidades reales. Nuestros ancestros tenían espacios seguros para retirase y vivir sus procesos, en la certeza de que el grupo se hacia cargo de sostenerlos, cuando sus fuerzas se agotaban.

Cuando el cuerpo o el alma de alguien se enfermaban, los demás se hacían cargo de cuidar y nutrir sus hijos. Se tenía la conciencia de que los hijos llegan a través de unos padres, y sin embargo no son su pertenencia. La crianza era colectiva. Ayer inicié un grupo en donde trabajamos los arquetipos. En principio, lo que más cuesta es cambiar la manera lineal (masculina) de ver el mundo, para recordar la relación circular con la vida (femenino).

La sanación incluye lo que fue separado por el miedo o el dolor, restaura lo que antes fue dañado, mira con amor lo que el juicio, la culpa o la crítica ignoró, rechazó o condenó. Arquetípicamente, la sanación es femenina…tal vez, más allá de todas las dificultades de ser “mamá sola” podemos encontrar el propósito que la vida tiene con nosotros.

A diferencia de nuestras antepasadas, las mujeres actuales sentimos un morboso placer en ser independientes, auto-suficientes, luchadoras y fuertes. Hasta podemos concebir sin necesidad de tener una relación con nuestros hombres. Nos hemos alejado tanto de lo femenino, que hemos perdido el rastro del camino para regresar…

La soledad nos permite pedir ayuda al entorno con relativa sencillez, y aunque podemos vivir la soledad en pareja, es mucho más difícil reconocerla y aún más que los demás nos vean como mujeres “solas” y necesitadas de protección y sostén.

En cambio, una mujer embarazada o criando a los niños sola, no tiene más remedio que contar con los demás. A veces, tiene que retornar a la casa materna, recibir ayuda económica de los padres y necesitada de recibir fuerza tomando energía femenina de las mujeres de su entorno: abuelas, madres, hermanas y amigas solidarias.

De igual modo, como los arquetipos muestran cualidades y no personas, en este proceso también intervienen hombres amorosos, nutricios, seguros y con capacidad de acoger que permiten a la mujer reconciliarse con lo masculino. Las necesidades de estas mujeres son claras para todos, principalmente para ellas, y es precisamente esa claridad lo que les permite tomar conciencia a quienes se vinculan mientras la tierna vida de sus hijos se desarrolla.

Este año he revivido de forma vicaria este proceso de sanación contactando lo femenino y necesito compartir con ustedes mis comprensiones, a modo de reconocimiento a todos los niños de mi árbol, que como mis propios hijos y Diego Arturo, eligen llegar a la vida en circunstancias especiales para regalarnos la oportunidad de sanar.


Estos bebés vienen a:

  • Mostrarnos nuestra propia necesidad de afecto y vinculación. La ternura, compasión y amor que expresamos a la madre y al niño, nos acerca a la relación con nuestra propia madre y con nuestro niño interno.
  • Simplificarnos procesos. Los adultos pueden enfocar toda su disponibilidad y todo su amor hacia el niño, sin tener que cumplir las demandas de atención, cuidados, compañía, diversión o sexo de su pareja y de este modo pueden lidiar con su propia incapacidad para crecer y satisfacer a “más de uno“.
  • Aliviarnos la culpa. Podemos lidiar mejor con la ambivalencia y culpa de ser “padres“ y también ser un hombre o una mujer. El “agotamiento” de encarnar diferentes arquetipos (padre, madre, amante, guerrero, damisela, alquimista, jefe, etc) suele ser más frecuente e intenso cuando estamos en pareja, y mucho más liviano cuando estamos solos.
  • Darnos una buena razón para seguir adelante, tomar la vida, superarnos y producir cambios, además, nos aporta fuerzas para mantener límites con las expectativas que los demás tienen de nosotros.
  • Sanar nuestra propia infancia. La crianza de los hijos nos lleva a redimensionar y valorar a nuestros padres, además de reconocer que esa tarea no es fácil e ninguna circunstancia.
  • Enseñarnos el valor de lo femenino. Conversaciones, sentimientos, belleza, creatividad, apoyo, fantasía, generosidad, juego, inspiración, imaginación y cuidados se activan con la llegada de un bebé.
  • Guiarnos de regreso a la seguridad de la tribu. La historia de la humanidad nos muestra que estamos diseñados para vivir en comunidad, compartir los recursos y disfrutar juntos la vida. Los niños no sobreviven solos y los padres no pueden cuidar solos a sus hijos. No importa lo solo que estemos, todos damos y recibimos ayuda.
Gracias Diego Arturo por recordarme de una forma tan bella que no importan las circunstancias, si no las conciencias que tienen o no las personas que las viven, y que cuando funcionamos colectivamente y dentro de circuitos de amor, la llegada de un hijo es una bendición, una Gracia, un Milagro.

Gracias por sanarme enseñándome que una “mamá sola” es aquella que se cierra a la vida y se niega a ser comprendida, apoyada o nutrida, aunque conviva con muchas personas., y que una “mamá acompañada” quizás no cuenta con las condiciones esperadas, y sin embargo, al decir “si” al regalo de la vida, es bendecida por todos los hombres y mujeres que al igual que ella respetan, aman y honran la vida.

Karina Pereyra.
Psicoterapeuta.

2 comentarios:

  1. Bravo Queridísima, por expresarlo con tanta propiedad.
    Besos Sobrinitooooo

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  2. Gracias Karina, tu visita a New York me hizo entender mucho de lo que mencionas en tu articulo.
    Vivianne D'los Angeles mi pequena es una de esas ninas sanadoras que vino a este mundo a ensenarnos y a sanar. Gracias a mi familia y amistades por el apoyo que me brindan con su crianza y formacion espiritual...el amor todo lo puede. Yudith Fleary

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