miércoles, 23 de mayo de 2012

El circulo y las relaciones.


Las primeras relaciones humanas se establecen en pareja. Una de las interacciones más intensas es sin duda la de una madre y su cría, luego se trasladará a la relación con los padres, donde padre y madre forman una unidad, la familia. Durante mucho tiempo, para los niños las relaciones son básicamente circulares. Cada vez que se introduce un nuevo estímulo, un amigo o un juguete, crea una dinámica circular con él. Comprender esto nos permite ver el sentido y valor de la repetición para los niños, dando vueltas y vueltas hasta que logran comprender.

Al principio, como reflejo de nuestra identificación con la madre, nos sentimos muy bien en el círculo. La presión que se ejerce desde el exterior para abrirlo, supone generalmente una violencia, una tensión molesta. El círculo se abrirá por si mismo cuando sea capaz de hacerlo sin peligro, tal como lo hace el huevo.

Las parejas (novios, colegas, amigos, etc) son circulares y compactas. Esta forma cerrada asegura la intimidad. Las formas impares son más abiertas. Si llegamos solos a una reunión seguramente buscaremos a alguien con quien hablar, tal vez intercambiamos contacto y hacemos un amigo. Si llegamos acompañados lo más  probable es que no hagamos ninguna relación, es posible que no hablemos con nadie fuera de nuestra pareja.

La pareja, precisa de una tensión hacia el centro para mantener su circularidad, por eso le cuesta más abrirse. Lo natural es ir creciendo superponiendo círculo sobre círculo, como el tronco de un árbol. Así vamos ensanchando nuestro mundo para introducir nuevos estímulos sin perder la estabilidad interna. A los niños pequeños les cuesta jugar con otros niños, usar todos sus juguetes, o vestir todas las prendas de ropa.

Es parte de su crecimiento querer usar los mismos zapatos, pedir que le lean el mismo cuento por decimo quinta vez y gustar de los mismos lugares. Cuando un niño le da valor a algo empieza la circularidad y continúa en ella hasta que de alguna manera la completa. El círculo es centrípeto e inmovilista, hasta que no da la vuelta completa no pueden abrirse a una vuelta nueva.

En el triangulo pueden integrarse múltiples asimetrías, al facilitar la irregularidad, en esta forma se introduce la libertad de elegir cómo y dónde colocarse, abriendo el círculo inicial hacía la variabilidad. En el contexto de las relaciones, vemos la necesidad del niño de querer y ser querido por igual, tanto por papá como por mamá. Lastimosamente, los adultos ven como una diversión el forzarlo a que tome una decisión de a quien el niño quiere mas.

El pequeño empieza a decir “a ti”, dependiendo con quien este. Su lealtad y su amor quedan de esta forma divididos con graves consecuencias para sus vínculos futuros. Tomar “bando” es una manera de mostrar nuestra buena conciencia y de este modo quedamos atrapados en embrollos infantiles. La dinámica se activa especialmente en las situaciones de enfrentamiento, desacuerdo o injusticia.

Al tomar parte por uno de los involucrados en el conflicto en perjuicio de otro, recreamos la dinámica con uno de los padres, intentando establecer a través de la alianza (círculo) un espacio seguro. Buscando evitar el triángulo, lo perpetuamos. El movimiento de maduración va del interior hacia afuera, del yo hacia el mundo, de la familia a los otros.

Generalmente, los procesos emocionales de los niños nos disparan nuestras propias represiones y conflictos. Cuando hay temas que no tocamos con ellos, inconscientemente les creamos la idea de que lo que va alrededor de ese tema es extraño. Si nadie habla quizá ese asunto no es bueno ni normal. El niño se puede ver atrapado en la culpabilidad escondida y silenciosa de lo secreto y oculto. La gente no habla de lo que no existe.
Extraido de la charla del mes en Thesaurus por Karina Pereyra.

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