Mira a tu madre, al lado a su derecha está tu
padre…están juntos…miras a tu madre…recuerda el vínculo original con ella…un
recuerdo muy profundo de cuando estabas en su vientre...cuando eras uno con
ella…sus emociones eran tus emociones… sus miedos eran tus miedos…sus alegrías
eran tus alegrías…su amor era tu amor…su dolor era tu dolor…eras uno con
ella…Esa felicidad no podía durar, hacía falta vivir la separación para
descubrir un nuevo modo de ser uno…unido y separado a la vez…vinculado y
distinto al mismo tiempo…ahora enfrente de ella, sentimos esa felicidad con su
mirada…y vamos creciendo poco a poco…cada vez un poco más lejos, unidos por la
mirada y separados…cada vez que perdemos el vínculo mientras crecemos, volvemos
a esa unión de antes de la separación, y luego a ese otro momento cuando aprendimos
a separarnos…cuando nos sentimos totalmente vinculados otra vez, seguimos
creciendo…muy despacio…y
entonces le decimos: querida mamá, tal y como eres te tomo…tal y como eres tomo
la vida, tal y como me la has dado…eres perfecta para mí…de ti lo tomo todo,
tal y como viene…abro mi corazón a lo que me das, incluso lo que fue duro o
difícil….Así eres mi madre, y así soy tu hijo…lentamente, empezamos a tomar
todo de la madre, iniciando en la concepción…el embarazo…los nueve meses en su
vientre, con sus expectativas y miedos…tomamos su asentimiento a nuestra vida
tal y como ocurrió…nuestro nacimiento, con el riesgo para su vida…su acogida,
su sostén, su cuidado, la alimentación que por muchos años nos dio, y ahora le
decimos: querida mamá: de ti lo tomo todo…lo ligero y lo pesado, y ahora hago
algo con tu regalo…así te muestro lo valioso que es para mi: lo transmito…ahora
doy vida a otros…los crio…y los entrego a la vida…
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