domingo, 27 de mayo de 2012


Mira a tu madre, al lado a su derecha está tu padre…están juntos…miras a tu madre…recuerda el vínculo original con ella…un recuerdo muy profundo de cuando estabas en su vientre...cuando eras uno con ella…sus emociones eran tus emociones… sus miedos eran tus miedos…sus alegrías eran tus alegrías…su amor era tu amor…su dolor era tu dolor…eras uno con ella…Esa felicidad no podía durar, hacía falta vivir la separación para descubrir un nuevo modo de ser uno…unido y separado a la vez…vinculado y distinto al mismo tiempo…ahora enfrente de ella, sentimos esa felicidad con su mirada…y vamos creciendo poco a poco…cada vez un poco más lejos, unidos por la mirada y separados…cada vez que perdemos el vínculo mientras crecemos, volvemos a esa unión de antes de la separación, y luego a ese otro momento cuando aprendimos a separarnos…cuando nos sentimos totalmente vinculados otra vez, seguimos creciendo…muy despacio…y entonces le decimos: querida mamá, tal y como eres te tomo…tal y como eres tomo la vida, tal y como me la has dado…eres perfecta para mí…de ti lo tomo todo, tal y como viene…abro mi corazón a lo que me das, incluso lo que fue duro o difícil….Así eres mi madre, y así soy tu hijo…lentamente, empezamos a tomar todo de la madre, iniciando en la concepción…el embarazo…los nueve meses en su vientre, con sus expectativas y miedos…tomamos su asentimiento a nuestra vida tal y como ocurrió…nuestro nacimiento, con el riesgo para su vida…su acogida, su sostén, su cuidado, la alimentación que por muchos años nos dio, y ahora le decimos: querida mamá: de ti lo tomo todo…lo ligero y lo pesado, y ahora hago algo con tu regalo…así te muestro lo valioso que es para mi: lo transmito…ahora doy vida a otros…los crio…y los entrego a la vida…

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