Vivo en mi actual apartamento desde hace casi tres años, y hasta hace unos días
no conocía nada de ninguno de mis vecinos, ni siquiera sus nombres. Estoy convencida
que cada cosa que ocurre trae una (o varias) bendición (es) escondida (s). Luego
de estar en amenaza de robo durante varios días consecutivos, mis vecinos
convocaron a una reunión para tomar mayores medidas de seguridad.
Así, conocí a una encantadora joven pareja y su pequeño hijo, quienes fueron
los amables anfitriones del encuentro, a un gentil general retirado con su dulce esposa, quienes
asistieron para interesarse por mi, a pesar de que ella est convaleciente
de una delicada operación en la que le extirparon un tumor cerebral. Un caballeroso coronel
me reconfort diciéndome que podía dormir tranquila, que él haría vigilia hasta
que solucionáramos el problema. Un inquieto joven que vive solo aport inteligentes
ideas sobre seguridad y nuevas tecnologias, y finalmente hablé con mi vecina de piso a quien nunca habia visto y conocí un poco de su vida.
Luego del divorcio de mis padres, mi madre y yo nos mudamos solas. En
numerosas ocasiones la escuché decir: “El familiar más cercano que tenemos es el vecino”. Cuando
me divorcié y me quedé a cargo de mis tres hijos, mis vecinos fueron
un soporte importantísimo para mi familia. Los entrañables recuerdos compartidos sostienen
nuestra amistad aun hoy día.
No sé qué pas cuando mis hijos se independizaron que me hizo creer que
era auto-suficiente, independiente y libre. Separarme de mis vecinos fue tan
solo uno de los altos precios que pagué por mi nueva vida, en la que inicié
un transitar desde lo masculino. Es así, como he podido darle al hecho de
sentirme amenazada, un sentido más allá del aumento de la criminalidad y la
delincuencia en mi ciudad. Puedo escuchar el llamado de la vida: “La sanación viene
por lo femenino”.
Cuidarnos y cuidar a otros es una de las más hermosas cualidades de lo
femenino. Lejos de sentirme amenazada, ahora puedo decir que me he re-encontrado.
Estoy más cerca de la Karina inocente que sabe con certeza que necesita a los demás
para hacer lo que tiene que hacer, y he empezado a poner en su lugar a la
Karina fría y distante que alguna vez pensó que lo podía hacer sola.
Como dijo
alguna vez Louise L. Hay: “La vida te trata tal y como tú te
tratas a ti mismo”.
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