Se produce una relación curiosa entre poder y alma:
el poder no tiene alma y de ahí viene su fuerza.
No tener alma es una condición hermana
a la de tener miedo. La gente que ha perdido el alma
sólo le queda un cuerpo y este cuerpo los tiene atemorizados.
Tienen miedo de perder aquello que les queda:
las cosas materiales, las comodidades, los placeres, los lujos.
La gente que conserva el alma puede superar el miedo
porque sabe que, al fin y al cabo,
el miedo viene de dentro y no de fuera.
Los que dejan que la angustia del mundo exterior
les substituya el alma no pueden sacarse
nunca más el miedo de encima.
La persona que actúa condicionada por el miedo,
pierde una cualidad esencial y fundamental: la creatividad.
Y quien pierde la creatividad, pierde la perspectiva.
Se comporta como un habitante de una ciudad asediada:
su única preocupación es sobrevivir.
Y sobrevivir no es lo mismo que vivir.
Oleguer Sarsanedas
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