martes, 27 de marzo de 2012

Solo el ser humano tiene un destino.

El cuerpo es una lira cuya armonía es el espíritu.
Platón.
La idea de ir a alguna parte es errónea desde su base, ya que nada va a ninguna parte. Toda la existencia es ahora…aquí…Para la vida no hay ningún destino, no hay ningún propósito final. El único que conoce esta verdad es el cuerpo, siempre está presente, viviendo todo lo que es. El cuerpo no miente. Las emociones y sentimientos que han sido reprimidos, repudiados, o no vistos serán mostrados por él en forma de síntomas.

El asunto es que nos han enseñado que la existencia se dirige hacia una determinada meta, por lo cual debemos ser ambiciosos, mostrar que hemos logrado algo, y que “conocemos” bien algún temas (somos profesionales de esto o aquello). La familia y la sociedad nos dicen: "Sé alguien", y eso nos enferma porque la existencia carece por completo de propósito.

La importancia de la vida proviene precisamente de que nada de lo que tengamos nos da poder, fuerza o grandeza ante ella. La importancia de la existencia es totalmente diferente, como lo es la importancia de un amanecer, el nacimiento de un bebé, el brote de una flor, la pasión expresada en una poesía, la emoción que despierta una melodía, o el amor por un ser querido.

Una de las cosas que más disfruto es el “despertar”, ese momento del día en que recibo el regalo de tener una oportunidad nueva de ser. Al tomar consciencia de que estoy en mi cuerpo, me abandono en él…suelto todo mi peso: huesos, músculos, emociones, pensamientos, cargas, problemas… siento una gran felicidad cuando siento todo mi peso en la cama…no retengo nada…me rindo completamente…

La cama representa a la madre, a la tierra. Es un símbolo de nuestra entrega, y el modo en que descansamos habla de la forma en que vivimos esta relación. 

Allí, encontramos sostén, descanso, abrigo, reposo, fuerzas, y así,  abandonamos cualquier pretensión de hacer algo, de esforzarnos para sostenernos y prepararnos para luchar por vivir.

Nuestra carne se forma de la carne de la madre. El cuerpo es la más poderosa herramienta que tenemos para conocernos y comprendernos, ya que nos reconecta con nuestro origen. El espíritu siempre tiene fuerzas, el alma y el cuerpo no, ya que ellos son los medios de nuestro trabajo con la materia. Nuestro origen es espiritual, de allí que la madre es la vía regia para reconocernos, relacionarnos, crecer interiormente, ser  creativos,, florecer y dar frutos.

El cuerpo es sincero y tiene un lenguaje verdadero. Él conoce toda nuestra historia y la cuenta con honestidad: tal y como fue, tal y como es. Si lo comprendemos, nos relacionamos bien con él, lo oímos, lo sentimos, también comprenderemos nuestra historia de otra manera. El trabajo con el cuerpo se aborda desde su complejidad y su simpleza.

La terapia corporal es un excelente complemento para el trabajo de desarrollo de la consciencia. Recorriendo músculos, huesos, articulaciones y piel, con la atención puesta en encontrar, desbloquear y reconocer todo lo que ha sido doloroso, difícil o trágico. El trabajo corporal tiene como base la sensopercepción. Es decir, la persona que hace de canal primero percibe cada parte del cuerpo, reconociendo la historia escrita en él. Solo entonces viene el movimiento.

Cuando escuchamos a nuestro cuerpo, nuestra sensibilidad se torna más aguda. El despertar de la consciencia solo es posible después de una profunda y duradera relación con nuestro cuerpo. Por muchos siglos, el trabajo del espíritu se separó del cuerpo. Éste se veía más bien como un estorbo, por lo que se le sometió a castigos, privaciones, mortificaciones, penitencias y expiación.

Recién en las últimas décadas, gracias a las terapias energéticas, se ha reconocido el valor del cuerpo para lograr la plenitud. La física cuántica nos revela que nada existe, todo es energía. El cuerpo es energía espiritual vibrando lento para que logremos tener una experiencia. Al igual que el Espíritu, el cuerpo siempre está en el presente.

En cambio el ego existe en la tensión entre el presente y el futuro. La práctica de la oración centrante me llevó a la comprensión de que cuando no existe tensión entre el presente y el futuro, el ego desaparece.

De ahí que, solo podemos tener una relación con Dios en el presente. En el aquí y ahora, el ego  no tiene ningún lugar para cobijarse. En el presente el ego no puede existir…en este espacio, todo es Dios.

Karina Pereyra.

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