En la sabiduría de la naturaleza reposan los fundamentos
de nuestro aprendizaje y la guía que nos orienta en nuestro sendero espiritual.
Para los indios, la sanación llega por la escucha. Cuando entramos en el
silencio, caminamos cuando las nubes están calmadas…
El espíritu de los arboles nos susurra en el sonido de
sus hojas toda la sabiduría guardada en la Tierra. Las lecciones espirituales
que nos enseñan estos hermanos, son un mapa para la reconexión con la fuente natural
de la sanación: lo femenino.
Los indios norteamericanos se preguntan:
Si
mi hacha golpea al hermano árbol.
¿Qué
experimento yo en ese momento?
¿Qué
experimenta el hermano árbol en ese momento?
¿Qué
experimenta el hacha árbol en ese momento?
¿Qué
experimenta el Universo árbol en ese momento?
¿Cuál
es la experiencia colectiva en ese momento?
Cualquier
acción emana y vibra con sus repercusiones.
Enraizados fuertemente en las entrañas de la Tierra, los
arboles crecen buscando el cielo. Así, establecen una maravillosa conexión
entre el Cielo y la Tierra y a la vez pertenecen a ambos. Ellos responden a las
estaciones del año, reposando adormecidos en invierno para prepararse a su
renacimiento en la siguiente primavera, repitiendo este ciclo año a año.
También nosotros respondemos a estos ciclos. Los indios
dicen que todos somos Uno…un solo verso…en este Universo, participamos de la
misma esencia. Todos nacemos de la Pachamama y a ella regresaremos…
La magia de los árboles es única y maravillosa. Desde tiempos
antiguos recogen la sabiduría de la naturaleza. Los arboles son nuestros
hermanos. Al igual que nosotros están vivos y sienten. Abrazar un árbol sana el
corazón al recordarnos quienes somos y de donde vinimos.
Si estamos tristes, preocupados, angustiados o
confundidos, el pesar se alivia cuando rodeamos el cuerpo de los arboles. Agradezcamos
de corazón por su existencia.
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