sábado, 7 de abril de 2012

Hoy acompañamos a la Madre en su profundísimo dolor.


Dentro de poco tiempo me reuniré con un grupo de valiosas, amorosas y humildes mujeres, para unirnos en la reflexión de los dolores de la Madre María. Mientras los minutos se acercan, siento mis propias penas pequeñísimas y a la vez veo el proceso y su precio.

El sentido del dolor es el crecimiento y maduración espiritual. Ni la misma María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de Dios-Padre, Madre de Dios-Hijo y Esposa de Dios- Espíritu Santo, se libró de este proceso. Evitar el dolor es una tarea inútil, pues el dolor es inevitable.

El sufrimiento nos llega cuando queriendo infantilmente hacer esto, hacemos del dolor una manera de sentir. La invitación es a renunciar a todo sufrimiento, crecer en nuestro dolor y resucitar…


LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN.

1º. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) Cuando la Madre fue a presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón la sumergió en profundo dolor al escucharle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. Sentimos el dolor de esta realidad.

2º. La persecución de Herodes y la huida a Egipto (Mt. 2, 13-15) Acompañamos a María en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufrió al huir a Egipto en compañía de José para poner a salvo la vida de su hijo.
3º. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) El tormento y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días en que su  hijo Jesús estuvo perdido es nada en comparación con lo que hayamos sentido al creer perdido algo o alguien.

4º. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Ver al hijo sucio, sufriente, desgarrado, golpeado y cargado con la cruz que llevaba para pagar la deuda de toda la humanidad es un dolor inmenso ante el cual, los nuestros palidecen.

5º. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) La Madre María pasa por el horrible tormento de contemplar la crueldad de los que su hijo amó, traspasándole con duros clavos los pies y manos. Al igual que Él, todo lo sufrió por amor. Los que amamos también serán nuestra causa de dolor.

6º. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) María recibe en sus brazos a su hijo Jesús muerto y lo acuna como un bebé.
7º. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañar al Hijo al sepulcro y dejarlo allí, solo es un dolor incomparable. Aun así,  la  Madre regresó a cuidar a los que mataron a su Hijo. Los perdonó y amó. Estamos dispuestos s seguir a nuestra Madre?



PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES.

Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran considerando sus lágrimas y dolores.

1º. Pondré paz en sus familias.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.

6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.

7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.

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