De Leonardo da Vinci se cuenta una conmovedora anécdota.
Al principio de su carrera debía pintar una imagen de Cristo y encontró un joven de profunda hermosura que le sirvió de modelo para el rostro de Jesús. Muchos años después Leonardo estaba pintando un cuadro donde figuraba judas y se echó a andar por las calles de Florencia en busca del modelo perfecto para hacer el papel del gran traidor.
Finalmente encontró a alguien con un aire sombrío y maligno que le pareció el modelo perfecto para la imagen de judas, y le pidió si quería posar para él. El hombre lo miró y le dijo: «Tú ya no me recuerdas, pero yo te conozco. Hace años, te serví de modelo para tu imagen de Jesús».
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