Conservar la rabia, el miedo o el rechazo y proyectarlo en el otro, permite evitar entrar en el inmenso e irreparable dolor de un pasado al que nada, puede modificar. Lo único sano que podemos hacer con el pasado es soltarlo y seguir adelante. De la misma manera que la rama cortada en un árbol no podrá volver jamás a brotar en el mismo lugar, las carencias de nuestro pasado nunca serán plenamente colmadas.
Muchos de nosotros nos amargamos por eso, en cambio el árbol sigue creciendo en todas direcciones y le podrán brotar innumerables ramas nuevas. Identificar nuestras proyecciones
supone y permite celebrar un duelo por aquellas reparaciones que jamás tuvieron
lugar, así como continuar creciendo en las múltiples direcciones que nos sean
accesibles al día de hoy.
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