Cuando
decimos «entrega» tenemos la idea de que nos damos a
nosotros mismos como si estuviéramos en nuestra mano. Pero este es sólo uno de
sus aspectos. Nos entregamos a algo, por ejemplo a una causa, una persona, una
tarea o una esperanza, un sueño, un impulso, un ideal, porque al mismo tiempo
somos atraídos por ello.
Cuanto más íntima es la entrega, tanto más tira de nosotros, como sucede por ejemplo en el amor. «Ella medio tiraba de el, el medio caía ante ella», dice la leyenda de Loreley, cuando la ninfa arrastraba al barquero a sus profundidades (aunque en este caso significó la perdición del hombre) .
Cuanto más íntima es la entrega, tanto más tira de nosotros, como sucede por ejemplo en el amor. «Ella medio tiraba de el, el medio caía ante ella», dice la leyenda de Loreley, cuando la ninfa arrastraba al barquero a sus profundidades (aunque en este caso significó la perdición del hombre) .
La gran entrega es concentrada y vigilante. Es la consumación de la existencia.
Si es mutua, por ejemplo cuando el hombre y la mujer se unen para la consumación
conjunta de la vida, ambos se crecen y alcanzan una entrega todavía mayor, la
entrega a la vida en su plenitud.
La entrega es primera, y profundamente, entrega a la vida, tal como los padres nos la dieron y tal
como, a través de ellos, tomó posesión de nosotros y nos puso a su servicio.
Pero no todo el que vive es por eso mismo dueño de su vida. Sólo lo es si se
entrega a ella con amor y tal como la ha recibido. Sólo en la medida en que nos
entregamos a esa nuestra vida somos de verdad dueños de ella.
La entrega a la vida significa, pues, entrega a todo lo que
ésta conlleva; es decir:
entrega a nuestros padres principalmente, a nuestra familia, a las
circunstancias de nuestra vida tal y como nos son dadas por esos padres y esa
familia.
Después, también entrega a todo lo que esa vida nos
regala y nos exige para su desarrollo y su despliegue; es decir:
entrega a todo lo que da alimento a nuestra vida y la hace más rica.
Entrega significa aquí amor a la vida en su plenitud. Significa también entrega y amor a la
vida aquí y ahora, en este momento. La
entrega verdadera es entrega con amor y alegría.
Esa entrega
se prolonga en el encuentro con las personas, sobre todo en el encuentro
amoroso entre el hombre y la mujer. En ninguna otra situación la atracción y
entrega mutua es vivida mas profunda y exhaustivamente. Su fusión, al consumar
el amor, es la consumación mas profunda posible de la vida, la que la cierra
con broche de oro.
En la entrega
a la vida, sobre todo en la consumación del amor entre el hombre y la mujer,
nos entregamos a algo más grande: al poder que actúa detrás de toda vida, del
que viene y al que retorna. Podemos decir también: en el que su principio y su
fin coinciden y se igualan.
Solo esta última entrega recoge todas
las demás y supone su meta.
Bert Hellinger; Pensamientos divinos.
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