martes, 13 de noviembre de 2012

Los problemas se resuelven cuando se asienten.

 
Ayer recibí en consulta a Fernando. Desde que Patricia lo abandonó ha quedado sumido en una gran confusión y desconcierto. Luego de algunos años de relación toxica en la que el la despreciaba, le era infiel, la humillaba y pensaba que ella era una buena amante, pero no la madre para sus hijos, ella lo dejó y empezó una relación con otro hombre.

Él llegó a consulta queriendo saber que hacer para recuperarla porque ha descubierto que la ama. Cada vez que le mostraba que sus relaciones son sado-masoquistas, y que la única diferencia es que ahora en vez de ella, es el quien sufre, me contaba varias historias para “justificarme” su “amor”.

Si la vida nos da el chance de llegar a la adultez, todos tendremos que enfrentar alguna vez las dinámicas –aprendidas en la familia- que nos alejan del amor real. A veces, la gente llega a consulta diciendo “quiero saber cómo solucionar mi problema”, sin embargo, comprender un problema no da la fuerza para solucionarlo.

Detrás de alguien así, se oculta un gran dolor que nos mueve en dirección equivocada: queriendo evitar el dolor que intuimos llevamos dentro, buscamos alguien afuera que nos lo muestre…solo cuando podemos darnos cuenta que el origen de cualquier experiencia  que vivimos somos nosotros mismos, alcanzaremos a decir: “quiero solucionar mi problema”.

Intelectualizar el dolor es un gran obstáculo en este camino. Analizando, comprender o “darnos cuenta” no es suficiente para solucionar los conflictos, se requiere la acción. La palabra que indica el camino sano es “arrepentimiento”, solo que hemos llenado este vocablo de contenido religiosos y así, perdemos el regalo. Arrepentirse es cambiar de dirección en 180 grados.

Una toma de conciencia solo es útil cuando se muestra en los efectos. Los dejo con la reflexión de un cuento de Jodorowsky:

Un día Mulla Nasrudin fue a buscar madera al bosque. Se echó los haces de leña a la espalda, montó a horcajadas sobre su asno y se puso en camino hacia su casa. La gente con la que se cruzó en el camino se rieron de él:

-¿Por qué llevas tú los haces de leña sobre tu espalda en vez de cargarlo sobre tu asno?

-Hombres de poca fe, no solo esta pobre bestia tiene que llevarme a mí, ¿sino que encima queréis que la cargue con un peso suplementario? ¡Es para no cargarla en exceso por lo que llevo yo los haces sobre mi espalda!

Si el asno simboliza el cuerpo, la madera un problema y Mulla el intelecto, podría decirse que existen personas que creen desembarazarse del peso de un problema comprendiéndolo, es decir, intelectualizándolo.

“¡Lo he comprendido perfectamente!”, dicen, pero, en realidad, no han solucionado nada. Siguen teniendo el problema. No se han desprendido de nada porque se engañan a si mismas. Juegan a haberlo comprendido todo, a ser ejemplares, pero no han solucionado cosa alguna.

Alejandro Jodorowsky; “La sabiduría de los cuentos”.

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