Ayer recibí en consulta a Fernando. Desde que Patricia lo abandonó ha
quedado sumido en una gran confusión y desconcierto. Luego de algunos años de relación toxica en la que el la
despreciaba, le era infiel, la humillaba y pensaba que ella era una buena
amante, pero no la madre para sus hijos, ella lo dejó y empezó una relación con
otro hombre.
Él llegó a consulta queriendo saber que hacer para recuperarla porque ha descubierto que la ama. Cada vez que le mostraba que sus relaciones son sado-masoquistas, y que la única diferencia es que ahora en vez de ella, es el quien sufre, me contaba varias historias para “justificarme” su “amor”.
Él llegó a consulta queriendo saber que hacer para recuperarla porque ha descubierto que la ama. Cada vez que le mostraba que sus relaciones son sado-masoquistas, y que la única diferencia es que ahora en vez de ella, es el quien sufre, me contaba varias historias para “justificarme” su “amor”.
Si la vida nos da el chance de llegar a la adultez, todos tendremos que enfrentar
alguna vez las dinámicas –aprendidas en la familia- que nos alejan del amor
real. A veces, la gente llega a consulta diciendo “quiero saber cómo solucionar mi
problema”, sin embargo, comprender un problema no da la fuerza para solucionarlo.
Detrás de alguien así, se oculta un gran dolor que nos mueve en dirección
equivocada: queriendo evitar el dolor que intuimos llevamos dentro, buscamos
alguien afuera que nos lo muestre…solo cuando podemos darnos cuenta que el
origen de cualquier experiencia que
vivimos somos nosotros mismos, alcanzaremos a decir: “quiero solucionar mi problema”.
Intelectualizar el dolor es un gran obstáculo en este camino. Analizando,
comprender o “darnos cuenta” no es suficiente para solucionar los conflictos, se
requiere la acción. La palabra que indica el camino sano es “arrepentimiento”,
solo que hemos llenado este vocablo de contenido religiosos y así, perdemos el
regalo. Arrepentirse es cambiar de dirección en 180 grados.
Una toma de conciencia solo es útil cuando se muestra en los efectos. Los
dejo con la reflexión de un cuento de Jodorowsky:
Un día Mulla Nasrudin fue a buscar madera al bosque. Se echó los haces
de leña a la espalda, montó a horcajadas sobre su asno y se puso en camino
hacia su casa. La gente con la que se cruzó en el camino se rieron de él:
-¿Por qué llevas tú los haces de leña sobre tu espalda en vez de
cargarlo sobre tu asno?
-Hombres de poca fe, no solo esta pobre bestia tiene que llevarme a mí,
¿sino que encima queréis que la cargue con un peso suplementario? ¡Es para no
cargarla en exceso por lo que llevo yo los haces sobre mi espalda!
Si el asno simboliza el cuerpo, la madera un problema y Mulla el
intelecto, podría decirse que existen personas que creen desembarazarse del
peso de un problema comprendiéndolo, es decir, intelectualizándolo.
“¡Lo he comprendido perfectamente!”, dicen, pero, en realidad, no han
solucionado nada. Siguen teniendo el problema. No se han desprendido de nada
porque se engañan a si mismas. Juegan a haberlo comprendido todo, a ser
ejemplares, pero no han solucionado cosa alguna.
Alejandro Jodorowsky; “La sabiduría de los cuentos”.
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