Humilde es aquel que permanece dentro de sus límites.
De esa manera no amenaza a los demás,
que se sienten seguros en su presencia
que se sienten seguros en su presencia
y pueden tratar con el de igual a igual.
AI mismo tiempo, el humilde protege sus límites ante posibles intrusos,
les pone coto, humillándolos, hasta que respeten,
dentro de sus límites, los límites de los otros.
dentro de sus límites, los límites de los otros.
EI humilde mantiene, pues, el equilibrio
y no se aparta de él ni hacia arriba ni hacia abajo.
y no se aparta de él ni hacia arriba ni hacia abajo.
Tampoco hacia delante, pues no se pasa, ni hacia atrás,
pues no retrocede. Esa humildad es fuerte e impone respeto.
Humildad significa, en el fondo,
estar y permanecer en sintonía con los demás.
Humildad significa, en el fondo,
estar y permanecer en sintonía con los demás.
Como el humilde no va más allá de sus límites, no se consume.
Queda concentrado y tiene, cuando se le exige,
la fuerza necesaria para actuar.
La humildad es la hermana de la sabiduría.
Pues al igual que la sabiduría,
también la humildad es hija de la comprensión.
¿Se puede ejercitar la humildad?
¿Y por dónde empezar el ejercicio?
Por los pensamientos.
Pues son sobre todo los pensamientos con los que liviana
y altaneramente rebasamos a menudo los limites que nos han sido impuestos.
¿Dónde están los límites de nuestros pensamientos?
En la realidad tal como se muestra.
Ser humilde de pensamiento significa, pues,
que nos mantenemos con nuestros pensamientos
en lo que es accesible a nuestra experiencia y comprensión.
Por eso, los pensamientos humildes se quedan siempre en el presente.
Quien con sus pensamientos permanece en el entorno cercano experimenta
lo que la humildad nos exige, en definitiva,
Así como la fuerza que nos da y nos reclama.
Íntimamente relacionada con la humildad
de los pensamientos está la humildad del
desear y del querer. También en esto el humilde se queda
dentro de los límites a él impuestos y gana de ese modo todo lo que es posible
y alcanzable dentro de ellos.
Como permanece dentro de sus límites,
puede conservar lo alcanzado,
que no necesita huir de el.
Solo de los soberbios huye la suerte.
¿Cuáles son nuestros deseos y pensamientos más soberbios?
¿Con qué deseos y pensamientos nos apartamos
lo mas lejos de nuestra realidad
y rebasamos con creces nuestros límites?
Son nuestros pensamientos sobre Dios
y nuestros deseos de poseerlo y servirnos de él.
Detenernos aquí ante nuestros límites y soportarlos,
abiertos y sin deseo, es la humildad extrema.
La que tiene la mayor fuerza. La vivimos como devoción.
Queda concentrado y tiene, cuando se le exige,
la fuerza necesaria para actuar.
La humildad es la hermana de la sabiduría.
Pues al igual que la sabiduría,
también la humildad es hija de la comprensión.
¿Se puede ejercitar la humildad?
¿Y por dónde empezar el ejercicio?
Por los pensamientos.
Pues son sobre todo los pensamientos con los que liviana
y altaneramente rebasamos a menudo los limites que nos han sido impuestos.
¿Dónde están los límites de nuestros pensamientos?
En la realidad tal como se muestra.
Ser humilde de pensamiento significa, pues,
que nos mantenemos con nuestros pensamientos
en lo que es accesible a nuestra experiencia y comprensión.
Por eso, los pensamientos humildes se quedan siempre en el presente.
Quien con sus pensamientos permanece en el entorno cercano experimenta
lo que la humildad nos exige, en definitiva,
Así como la fuerza que nos da y nos reclama.
Íntimamente relacionada con la humildad
de los pensamientos está la humildad del
desear y del querer. También en esto el humilde se queda
dentro de los límites a él impuestos y gana de ese modo todo lo que es posible
y alcanzable dentro de ellos.
Como permanece dentro de sus límites,
puede conservar lo alcanzado,
que no necesita huir de el.
Solo de los soberbios huye la suerte.
¿Cuáles son nuestros deseos y pensamientos más soberbios?
¿Con qué deseos y pensamientos nos apartamos
lo mas lejos de nuestra realidad
y rebasamos con creces nuestros límites?
Son nuestros pensamientos sobre Dios
y nuestros deseos de poseerlo y servirnos de él.
Detenernos aquí ante nuestros límites y soportarlos,
abiertos y sin deseo, es la humildad extrema.
La que tiene la mayor fuerza. La vivimos como devoción.
Bert Hellinger; Pensamientos divinos.
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