En una isla desierta
crecían árboles sin nombre…sin frutos…sin hojas…árboles secos de corteza
aterciopelada y cuyas ramas dibujaban copas de una belleza sublime. Esa isla,
vista desde el cielo, era un inmenso bosque misterioso que se extendía por toda
su superficie. Sólo vivía en ella un ave milenaria, mitad búho mitad águila que
guardaba el secreto de las semillas que hicieron crecer esos árboles de
caprichosas formas. Él sabía que en estas semillas habitaban las almas de los
hijos no nacidos de todas las parejas estériles de la historia de la humanidad.
Tomado de plano creativo.
Tomado de plano creativo.
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