domingo, 5 de agosto de 2012

Día 25; Cuarenta días de purificación en el agradecimiento consciente.


El amor embellece.

 


El sol besó mi Crisálida
y me levanté
y viví.
Emily Dickinson.


El grupo de 13 personas que viajamos al Perú estaba conformado por dos hombres y once mujeres. Nuestro equipaje mostraba el volumen resultante de: la ropa de frio necesaria para enfrentar el invierno en las montañas, el equipo para escalar, la ropa ligera para la humedad de la selva, y todos los accesorios que se requerían para los diferentes entornos como linternas, botellas de agua, mochilas para las caminatas, repelentes de insectos, pantallas solares, sombreros, guantes, cámaras fotográficas, etc.

Además, las chicas llevamos una maleta adicional para los afeites de belleza: cremas hidratantes para la noche, humectantes con filtro solar para el día, lip gloss de diversos colores, base de cara, polvos, coloretes, sombras en tonos naturales, lápices delineadores, alargadores de pestañas y docenas de frascos con diversos contenidos: lociones para el cuerpo, cremas refrescantes, shampoos, acondicionadores, y leave in para el pelo, entre otros. Muchas veces, pensamos que la imagen exterior que mostramos nos define, pero es al revés. Lo que hay afuera nos sirve para tomar una opción y revelar lo que llevamos adentro.

Hace unos meses, tomé un curso de auto-maquillaje impartido por una de las estudiantes en formación de constelaciones familiares. Recuerdo que ella hizo un abordaje que me dejó sorprendida. Nos dijo que los cosméticos no son para cubrir o disimular nuestros defectos, sino para enaltecer nuestra singular belleza. La invitación que nos hizo fue: digan “si” al diseño del gran artista que nos creó…reconozcan que todo lo que colocó en nosotras es bueno. Ella nos dijo que el tiempo que le dedicamos al maquillaje es como una hermosa oración. Nos aconsejó hacerlo despacio…conscientes de cada acción…presentes con amor hacia nosotras mismas.

Hasta ese momento, no me había planteado el maquillaje como si se tratara de colocar el “marco” a la “obra” del más grandioso artista. Como casi todo, lo hacia con apuro e impaciencia como actúa quien no está presente. Durante el viaje, una rara mutación se fue dando en nosotras. Con el pasar de los días, poco a poco cada una iba revelando su belleza en una forma natural, mientras los cosméticos iban perdiendo su anterior importancia. Pensé en los momentos en que me sentí hermosa, y mientras aparecían en mi memoria las escenas en que viví esa sensación, me maravillé al darme cuenta que en esas ocasiones la belleza era mucho más que una combinación exitosa de maquillaje, peinado y vestuario.

Cuando más atractiva me he sentido fue el día de mis 15 años, una noche de discotecas en que despedíamos a una amiga que se iba a estudiar al extranjero, el cumpleaños #1 de mi hijo Julio (el primogénito), y la primera conferencia pública que presenté, en una convención internacional de trabajo. La belleza está en los ojos de quien observa. Si reconocemos la originalidad, creatividad y amor presentes en cada creación, la belleza se nos revelará en todo su esplendor. La atractiva actriz Sharon Stone dijo: “No creo que el maquillaje y el peinado apropiados sean suficientes para que una mujer esté hermosa. La mujer más radiante de la habitación es la que está llena de vida y experiencia”.

Hace unos días, el grupo de peregrinos que hicimos el viaje celebramos un encuentro en el que vimos montones de fotos. Algunas personas, al ver las fotos dicen que lo que más destaca de nosotros son las amplias sonrisas que exhiben nuestros rostros. Esa noche, descubrí el hilo que conectaba a las bellas “Karinas” de mis recuerdos. Aunque correspondían a etapas diferentes de mi vida, el amor fue el común denominador de esas ocasiones en que me sentía bella y especial.

El tiempo en que estamos haciendo algo creativo que nos llena, nos da satisfacción, nos transforma, nos inspira, y nos hace sentir plenas, genera una poderosa conexión con la estimulante corriente de la vida y ¡eso se nota! La exuberante naturaleza que observamos en el paisaje peruano nos mostró de qué se trata en realidad la belleza. De modo inconsciente, lentamente fuimos respondiendo a la lección más importante sobre belleza, que seamos capaces de aprender con humildad: el amor trasciende todo lo que nos muestra el plano físico.

Rosalind Russel comprendió este preciado secreto cuando escribió:“Disfrutar de la vida es el mejor cosmético de una mujer”. Las divas del cine de los 40’s. 50’s y 60’s nos dejaron como legado el ver la atracción (que seduce a hombres y mujeres) como el fruto que proviene de la gracia personal, y el misterio de quien está a gusto con la vida. Estoy convencida que cuando Oscar Wilde dijo que “El misterio del amor es más profundo que el misterio de la muerte”, comprendía claramente lo que la psicología moderna reconoce: la madre es el primer amor para cualquier persona. En la madre amor, vida y muerte son lo mismo, y quizás ese fue el origen de relacionar a las mujeres con el misterio.

Para ambos sexos, el misterio es el aspecto de lo femenino que atrae, seduce e intriga, hasta el punto de querer conocer a la persona que lo muestra, y desear estar cerca de ella. En los tiempos actuales, donde la tecnología saca a la superficie casi todo lo que ocurre, el misterio no tiene muchos seguidores. Preferimos contarlo todo, sacar a la luz los secretos, descubrir los enigmas y hacer de la intimidad algo público. Una de las razones que hace a la vida estimulante, descansa en el hecho de esconder lo que ocurrirá en el momento siguiente.

La vida es un misterio para la mente inconsciente. Para quienes están “dormidos”, ella es una celosa guardiana de los propósitos del Creador para nosotros. A la vez, la vida es generosa mostrando las señales a quienes en vez de insistir en saber lo que ocurrirá, deciden no hacer nada y sorprenderse con la magia presente en cada momento vivido. Para ellos, el asombro y el amor son tan indispensables como los artículos de belleza, y de este modo se transforman en las personas más hermosas que podamos conocer.

Elegir vivir en la dimensión espiritual implica dar cada paso en el terreno del misterio, con la consciencia de la magia y el milagro. En palabras de Emily Dickinson “Vivir es tan sorprendente, que deja poco tiempo para hacer otras cosas”. El simple hecho de “vivir” es suficientemente hermoso para atraernos a nosotros mismos y a otros.
Karina.

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