Soltar memorias dolorosas y agradecer.
Gobierna tu casa y sabrás
cuánto cuesta la leña y el maíz;
cría a tus hijos, y
sabrás cuánto debes a tus padres.
Proverbio indígena.
Una de las tareas principales en el camino de sanación,
es empezar a soltar todas las memorias dolorosas guardadas por nuestra memoria cerebral,
y empezar a recordar con la memoria del corazón. La función del cerebro es
controlar las funciones del cuerpo (materia), así que cuando le damos nuestro
poder a él, se vuelve autoritario y déspota. Hoy día, las ciencias demuestran
que tenemos otros cuerpos además del físico. Estos cuerpos energéticos no
responden a los mandatos del cerebro, sino a los de la consciencia.
Cuando algo no puede ser comprendido por nuestra
mente, lo más sano es rendirnos a lo que es más grande. La materia no se
origina así misma, y cuando le damos la autoridad a ella nos quedamos
desolados. Reducirnos a la carne es vaciar nuestra vida de su sentido. Hay una sabia
expresión: “La vida no es un ensayo general”. Desafortunadamente, muchas veces
nos conducimos como si lo fuera. Nos refrenamos como el actor que se aprende su
diálogo impecablemente, repasa sus movimientos con dedicación, pero guarda toda
su creatividad y fuerza interpretativa para la noche de la función de estreno.
La naturaleza lo entrega todo en cada acto por pequeño que sea. En la dimensión
espiritual TODO se entrega sin dejar nada apartado. No hay un porvenir en el
que nos luciremos en una función de estreno. Solo existe el momento presente,
por lo que cada sentimiento, pensamiento, o movimiento que postergamos guardamos, retenemos, acumulamos, o resistimos es un cadáver energético y su ataúd es nuestro cuerpo.
Al igual que la gente que muere de manera indigna, estos desechos psíquicos no
encuentran paz hasta que no le damos un buen lugar.
Como la memoria del cerebro es histórica, repite
lo ocurrido una y otra vez creyendo ilusamente que si lo recuerda no sucederá nuevamente.
Si elegimos criar nuestras tristezas, abrazar nuestro pasado, y olvidar o negar
los buenos momentos disfrutados, nos quedamos con muy pocos recursos para mirar
el presente. Pasamos a convertimos en party watchers (pariguayos) que vemos a
otros disfrutar de la fiesta.
La vida es para participar en ella y gozárnosla.
Cuando nos quedamos mirando como otros danzan la melodía de su corazón, nos
secamos y nos volvemos cínicos, burlándonos de los que aun creen en el amor y
se entregan confiadamente a su fuerza. Cuando lo que nos guía son los pensamientos
y sentimientos que surgen de nuestras heridas, el corazón queda indefenso,
impotente y sin fuerza. Su única protección es dejar de sentir, y para ello se
va cubriendo de muchas capas que no nos permiten contactar nuestros
sentimientos reales.
La falta de agradecimiento es una pretensión inconsciente de disminuir a nuestros padres, restándole valor al regalo que recibimos
de ellos. A veces, esto se traduce en aburrimiento, falta de ánimo y depresión.
De este modo, decimos a nuestros padres: el regalo que me dieron no me gusta,
no lo pedí, no me interesa, no lo valoro ni lo uso…estaría mejor sin él. Sarah
Ban Breathnach cuenta en su libro “El encanto de la vida simple”, que la
primera vez que escuchó en radio la canción country “El agua me cubre hasta las
rodillas y me muero de sed”, tuvo que detener su auto porque no podía parar de
llorar.
Antes de eso, ella no tenia consciencia de estar
triste o deprimida pero al oír a la cantante relatar la historia de que el
mundo está lleno de desconocidos maravillosos esperando conectar con nosotros,
pero no los miramos porque estamos llorando por quienes se fueron, se le
revolvieron las entrañas. Tenemos demasiadas cosas que no valoramos por nuestra
inconsciencia. Chocar con la verdad de que tenemos todo lo que necesitamos para
ser felices, pero queremos que sea diferente puede ser reconfortante o
devastador. Necesitamos hacernos cargo del dolor que nos provoca saber que casi
morimos de sed, sin darnos cuenta que teníamos agua hasta la rodilla.
El agradecimiento -dijo Lao Tsé- es la memoria
del corazón. Podemos agradecer a nuestras memorias de dolor por mostrarnos
nuestra inconsciencia, dejarlas ir y confiar en el siguiente movimiento. Agradecer
es la clara señal de un corazón activo, sano y abierto. Uno que late en
sintonía con la vida, y con su movimiento nos muestra la belleza, el arte, la
compasión, la benevolencia, la intuición, la magia, la creatividad, el sostén,
la generosidad, la humildad, la gracia, la poesía y el amor que la creación nos
entrega en cada momento de nuestras vidas. Cualquier cambio inicia con el
agradecimiento.
Hace un par de décadas, guardar ropa interior,
ropa de dormir o un vestido de color neutro era una costumbre común en las
mujeres. De esa manera, se preparaban para una “emergencia hospitalaria” o un “funeral”
imprevisto. Quizás, esto te puede parecer chistoso pero lo cierto es que la mayoría
reservamos cosas bonitas o valiosas para usarlas en ocasiones especiales. Es solo
cuestión de pensar un poco…alguien guarda ropa de cama o toallas para algún huésped,
otra persona puede dejar sin destapar una botella de vino por si llega una
visita, y hay otras que no pueden montar una mesa para comer solas, son
incapaces de encender las velas o de arreglarse si están solas en casa…
La mayoría, nos reservamos durante el ensayo y lo
damos todo cuando hay público. Hoy es un buen día para preguntarnos ¿Qué le estoy
dando a otros que me resulta difícil darme a mi mismo? Muchos de nosotros podríamos
sentir la fuerza, el poder y el gozo de la vida con más frecuencia, si fuéramos
capaces de “actuar” en ella como si fuera la noche de estreno y el papel
principal es nuestro.
Karina.
Bendición indigena de la Soledad.
Que reconozcas en tu vida la presencia, el poder y la luz de tu alma.
Que comprendas que nunca estás solo,
que el resplandor y la comunión de tu
alma
te conecta íntimamente con el ritmo del universo.
Que aprendas a respetar tu individualidad y tu particularidad.
Que comprendas que la forma de tu alma es única,
que te aguarda un destino
especial aquí,
que detrás de la fachada de tu vida sucede algo hermoso, bueno y
eterno.
Que aprendas a contemplar tu yo con el mismo júbilo,
orgullo y felicidad
con que Dios te ve en cada momento.
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