Que la mudez descienda en el pozo de
tu lengua,
que el sabor de la eternidad conceda
paz a tu mente,
que la cruz en la que clavas las
definiciones se haga polvo, entonces,
sólo entonces, como escultura de
santo pulida por besos de creyentes,
tu boca podrá verter palabras
comparables a soles.
No serán tuyas, las gestará una
garganta humilde.
Semejantes a aquellas que sometiste
a la máquina de moler tendrán letras,
sonidos, formas, pero esta vez
fértiles,
preñez que estalla en cantos,
catedrales de crecimiento permanente,
gigantescos diccionarios poblados
innumerables veces
de un solitario “gracias”.
Poema por Alejandro
Jodorowsky
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