Hace unos días, un grupo de amigos se reunió en mi casa para
recibir el Ángel de la Navidad, y compartir las reflexiones acerca de la manera
en que vivimos el 12.12.12. En un momento dado, un amigo sacó un bollito de
hilo rojo y fue amarrando un trocito en la muñeca izquierda de cada uno. Aunque
conocía la costumbre de atar el hilo rojo en la mano, ese dia la significación fue
diferente para mí.
La leyenda anónima del hilo rojo está muy arraigada entre
los orientales (especialmente chinos y japoneses), y cuenta que que el abuelo de la Luna ata un hilo rojo en la muñeca
de cada niño que nace. Ese hilo está atado a muchos otros hilos, que a su vez
sujetan las muñecas de todas las personas con las que ese niño está destinado a
encontrarse.
A medida que el Bebé crece,
los hilos se van acortando, acercando cada vez más a aquellas personas que
están destinadas a reunirse a pesar del tiempo, del lugar o de las
circunstancias. El hilo rojo no puede romperse
en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso o incluso se
enrede. Existe independientemente del momento de la vida en el que las personas
vayan a conocerse, como muestra del vínculo que existe entre ellas.
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