Entrevista:
Cuando empecé a enseñar Psicología Positiva en Harvard, un estudiante me
dijo: “Me fijaré en usted y si le veo siempre feliz, me matricularé en su
curso.
Un chico listo.
¿Usted cree? Le contesté que si me veía siempre feliz, era porque o yo era
un psicópata o estaba muerto. Porque sólo los psicópatas y los muertos no
sienten nunca envidia, tristeza, dolor, celos… Y nunca fracasan.
¿Qué enseña usted, entonces?
El darse permiso para ser humano… ¡Verá qué alivio! Sólo cuando deje de
negar errores y de bloquear las emociones negativas permitirá que le afecten
también las positivas.
¿Por qué cree que negamos el
error?
Nos educan en la mitificación del éxito.
Palabra vende libros.
Los padres presionan a sus hijos para que triunfen tras haberse machacado a
sí mismos: si no han triunfado, es que no han trabajado bastante. Y nunca es
bastante. Yo mismo me torturé la juventud con dos frases: 1) “Nada sustituye al
trabajo duro” y 2) “Cuanto más trabajo, más éxito tengo”.
Están de moda; con el
sufrimiento.
Pues conducen a la mentira del perfeccionismo. La verdad es que si quieres
triunfar más, debes empezar por fracasar el doble y para ello debes comenzar
por asumir las emociones que la derrota lleva aparejadas.
¿Cómo?
La vida es una sucesión de fracasos para poder tener algún éxito. Y la
paradoja es que cuando aceptas el error, el dolor, la soledad; y las emociones
que provocan: el odio, la tristeza, la envidia, los celos, la frustración…Y los
dejas fluir sin intentar suprimirlos, sólo entonces dejan de ser tus emociones,
para ser sólo emociones. Así se disuelven.
Por ejemplo.
Es mera terapia cognitiva. Supongamos que tiene pánico a hablar en público…
¿Qué sugiere?
Usted interpreta el público (hecho) como amenaza (pensamiento) y reacciona
con sentimiento (ansiedad). Acepte esa ansiedad; déjela fluir y no intente
reprimirla.
Pero me seguirá paralizando
igual.
La naturaleza para ser gobernada antes debe ser obedecida. Déle curso y
llegará a interpretar al público como gente que le quiere y escucha hasta
lograr frenar la ansiedad.
¿No se trata de evitar que
afecte?
Eso déjeselo a Clint Eastwood. Usted dése permiso para ser débil. Ser positivo no es
ignorar o quitar importancia a la realidad, sino aceptarla. Y asumir sus
emociones.
Cuanto menos afecten, mejor.
Al revés: negar las emociones desconecta de la realidad. Por eso, cuando
usted sea consciente de que ha fracasado y que ha sido vanidoso, egoísta,
celoso o traidor…
Vale, ya le capto.
No se conforme con pensarlo usted: no sirve. Dígaselo a alguien. Y si no
tiene a quién confesarse, escríbalo. Pero… ¡Expréselo!
Por ejemplo.
Muchos hombres se niegan el derecho a ser cobardes o a cualquier otra
emoción. En nuestra cultura el hombre que siente es un sentimental, o sea,
débil: menos hombre.
¿Y ellas?
El pecado emocional de ellas suele ser negar el enfado. Les parece poco
femenino pillar un buen cabreo… Y que se note.
Con lo a gusto que te quedas.
Cuando despiden del trabajo a uno de mis pacientes, le hago escribir un
“diario del cabreo del parado” para expresar lo humillante que es que
prescindan de ti; lo inútiles que son muchos de los que se quedan.
Un desahogo.
Relaja más chillárselo a los jefes, pero aunque sea tarde, que lo expresen.
Los parados que se manifiestan, maduran, crecen, se distancian de su emoción y
se ponen en mejor posición para encontrar empleo después.
O no.
O no, pero tendrán más autoestima y realismo para juzgar un sistema incapaz
de repartir la prosperidad a través del empleo. Y serán capaces de organizarse
para cambiarlo.
Es más fácil instalarse en la
mentira.
En el hospital de Harvard verificamos si los equipos mejoraban resultados
con las condiciones de efectividad de Hackman.
¿Y…?
Pues no mejoraban. Sólo comprobábamos esa mejoría en los casos de vida o
muerte.
¿Por qué?
Porque no podían ocultar las negligencias que provocaban muertes, pero las
demás las tapaban para “proteger al equipo”.
Así que no se corregían.
Hicimos que se comunicaran todos los errores menores y –después sí–
verificamos que los equipos que las cumplían rendían más.
Los que tapan errores suelen
ascender.
Sólo en organizaciones perfeccionistas, ergo mentirosas. En las
organizaciones maduras, los errores no son fallos para culpar a una persona,
sino oportunidades de todos para mejorar el funcionamiento del equipo.
¿Un optimista es un pesimista
mal informado?
Yo prefiero ser optimalista y aspirar a casi todo, para al fin saber disfrutar con casi nada. Hoy
sabemos que la felicidad no es la culminación del éxito, sino sólo su inicio.
¿…?
Las personas que asumen la realidad –que son sólo humanos– no aspiran a ser
el más listo, guapo o rico, sino que aprecian lo que ya son. Y son más felices.
Y, a partir de ese bienestar, suelen tener éxito.
Entrevista a Tal Ben Shashar en “La Contra”
(La Vanguardia).
Mas que buenísima!
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