martes, 10 de julio de 2012

Día 2; Cuarenta días de purificación en el agradecimiento consciente.

La escritura como significante de experiencias.



Todo lo que hace falta para descubrir al ego
es una palabra de adulación o de crítica.

Anthony de Mello.

Hace tan sólo dos semanas, trece personas iniciamos un alucinante viaje de aventuras a Perú. Algunos nos conocemos desde hace algún tiempo, otros apenas tenemos unos pocos meses de encontrarnos, y un par ni siquiera nos habíamos visto antes. No obstante, muchas personas que nos veían enfrentando importantes desafíos, creían que todos nos conocíamos desde hacia mucho tiempo.

Lo cierto es que resulta difícil pensar que un grupo tan heterogéneo en edades, ocupaciones, intereses y vivencias terminaríamos juntos una experiencia colectiva como una familia, testimoniando de esta forma un interés común a todos: “Estar en sintonía con la Vida y consentir a los planes de Dios”.

Como ocurre frecuentemente, gran parte de las experiencias de este viaje no tenían un sentido aparente en el momento en que se presentaron. Sin embargo, en ningún instante fueron consideradas vacías de sentido. En algún lugar de nuestro interior, una parte de nosotros estaba convencida de la trascendencia de lo que nos ocurría. Creo que esta sensación podría ser llamada por algunos “fe” o “confianza”. Personalmente, la mayor parte del tiempo me sentí acompañada, asistida y cuidada.

Una vez leí en algún lugar que en algunas sociedades naturales de características tribales, al cumplir los 13 años los jóvenes son llevados por sus padres a la selva, en donde deben pasar la noche con los ojos vendados. Es tanto y tan grande el respeto que estos chicos sienten por los ritos de su tradición, que ninguno retira la venda de sus ojos hasta que los hombres de la tribu llegan para hacerlo a la salida del sol.

De esta forma, muchos pueblos originarios le ahorran al niño el proceso de la traumática adolescencia. Al suprimirla, mediante este rito de paso o de iniciación transforman "a voluntad" al niño que entonces pasa a ser un adulto. Solo cuando el “guerrero” va junto con otros hombres, a llevar a la selva por primera vez a un púber que tendrá que vivir su propia muerte, se entera que todos ellos se quedan en silencio acompañándolo.  Solo los hombres adultos conocen ese “secreto”.

Gran parte del valor del rito consiste en someterse a pruebas tremendas tanto físicas como mentales, y tocar el miedo de una forma tan intensa que se transforme en valor.  El proceso es tan real que se les hace creer a las mujeres (especialmente a la madre) y a los niños, quienes se mantienen apartados de la ceremonia, que los novicios realmente mueren. El hijo es entregado a la madre pintado de blanco (color de la muerte) y se le brinda un trato especial, por estar de luto. Luego se le trata como parturienta y el hijo “renace”.

En el viaje que hicimos, una sacerdotisa y un sacerdote quechuas celebraron conmovedoras y profundas ceremonias en lugares arcanos y sagrados, provocando en nosotros inolvidables vivencias en un entorno seguro, contenido y amoroso. Cada uno de los ritos, estremeció hasta el más pequeño centímetro de mi carne y de mis huesos. Lentamente, todas las viejas y olvidadas creencias que aun me atrapaban en limitaciones inconscientes fueron removidas, hasta que finalmente saboreé la sensación de haber “renacido”.


Algunas veces, las personas que asisten a mis talleres me dicen que admiran mi “humildad”, porque suelo compartir todo lo que vivo y las reflexiones que surgen de mis vivencias. Tengo que ser sincera y responder que no lo hago ni por generosidad ni por humildad. Más bien, lo que me mueve es un profundo y egocéntrico interés de mantener en movimiento mis propios procesos de crecimiento.
Hoy, cuando me senté frente a mi lap top con la intención de escribir la tarea que me propuse de enfocarnos en las experiencias, no tenía ninguna sospecha sobre el tema que desarrollaría. A medida que empecé a escribir, descubrí que mi ego nunca me hubiese dado el permiso para hacer este viaje. A él no le gustan las experiencias colectivas, los sacrificios, las temperaturas extremas, la inseguridad, las molestias físicas ni las pruebas. Mi ego disfruta el perfeccionismo, el control, la independencia, la autosuficiencia, la zona segura y el poder que siente cuando cree que está al mando.
Tuve que reconocer que si hubiese tenido una pequeñísima idea de lo que iba a vivir, no habría hecho el viaje. De forma voluntaria y consciente, no elegiría pasar de 1°C en la mañana (sin calefacción ni agua caliente) a 36°C a medio día (con hambre y cargada de equipaje). En mi agenda no habría planificado llegar a la selva amazónica a las 6:45 p.m. y atravesar las aguas en una oscuridad mayor que la de un sepulcro.
Mucho menos, me expondría a ser transportada en una débil embarcación por un nativo que ciego como topo, la chocaría contra una enorme pared de rocas, y en un instante verme caer vertiginosamente en un abismo espantoso, en el que miraría el miedo de morir en un lugar extraño y lejos de casa.
No, ese tipo de actividades solo están en la agenda de Dios. Aunque en un nivel intelectual sé que quien evita el dolor, se aleja también del crecimiento y permanece como pequeño, lo cierto es que este viaje y la oportunidad de darle estructura, por vía de la escritura a las vivencias, me han mostrado con claridad el modo en que he entorpecido, accidentado, enlentecido y dificultado mi propia travesía.
El recurso utilizado por la Pachamama (en complicidad con la Vida) para cumplir sus propósitos de lanzarnos del cómodo nido, es similar al movimiento interrumpido que utilizamos en Constelaciones Familiares. Consiste en someter a la persona a una contención sostenida desde afuera, que le permita contactar las heridas que le han mantenido separada del amor y el movimiento hacia la vida.
Regularmente, el camino de ir a sus emociones y sentimientos más profundos lleva a la persona a contactar la rabia, el dolor, la desesperanza y el miedo. El procedimiento solo finaliza cuando la persona llega a un nivel tan potente de emoción negativa, que logra regresar al amor primario, que en la mayoría de los casos le lleva de retorno al regazo de la madre.

En estos dos días de silenciosa digestión que llevo desde nuestro regreso, un profundo agradecimiento brota de mi corazón, como los manantiales que vi en los paisajes de la selva. Agradecimiento por la Vida, mis consultantes, clientes, estudiantes y relacionados, que me permiten tener dignamente los recursos que necesito para dedicarme a mirar.
Tengo el privilegio enorme de ser mantenida y disfruto la libertad de dedicarme completamente a la auto-observación. Lo único que mis clientes piden a cambio de este invaluable regalo es que comparta mis reflexiones con ellos. Exponer mi ego frente a la gente que me paga por ello no es un acto de humildad, es mi trabajo: "Ocuparme de mí, y poco a poco ir reconociendo a la que de verdad soy".
Esta tranquilidad me brinda la valiosa oportunidad de descubrir muchos de los disfraces que utiliza mi ego para seguir con vida. Este movimiento fue el que me llevó a comprometerme con mis compañeros de viaje, para durante un tiempo dedicar cada día un espacio para la reflexión en las cosas que ocurrieron, y luego pasar mis consideraciones a los otros.

Ver quien auténticamente somos, es el camino que debemos transitar para permitir la llegada de la “Presencia” y de todas sus bendiciones. Estamos en el presente en el momento en que empezamos a “mirar”. Tan pronto nuestras limitaciones son observadas, comienzan a desvanecerse. En palabras de Ambrose Bierce: “Todos somos locos, pero quien analiza su locura, es un filósofo”.
Escribiendo “para ustedes” he encontrado tesoros inestimables que estaban enterrados en las vivencias de la quincena pasada. Ir observando las pruebas, desafíos y experiencias no gratas, y hacerme las preguntas: ¿Qué llegó a través de..? ¿Cuál fue el aprendizaje que me dejó…? ¿Cuál fue el regalo que vino a través de…? me ha ayudado muchísimo, y como sé que a mi ego le gusta distorsionar la realidad, es mejor escribir las respuestas que reciba!.
Por lo pronto, la propuesta es hacerlo durante los siguientes 40 días, pero la verdad es que estoy dispuesta a seguir hasta que ya no lo necesite.
Karina.

1 comentario:

  1. Queridísima, dudo que lo inmenso de las experiencias vividas, pueda ser expresado de mejor manera... :D

    ResponderEliminar