Vivir con tranquilidad, ligereza y sencillez.
Debemos tener voluntad para deshacernos de la
vida que hemos planeado,
para tener la vida que nos espera.Joseph Campbell.
Vivimos la mayor parte del
tiempo buscando respuestas a nuestras preguntas. Paradójicamente, cuando
escucho a mis clientes decirme que están más tranquilos, duermen mejor,
disfrutan más sus relaciones y viven con serenidad después de haber atravesado
por una difícil prueba, me doy cuenta como nos simplificamos la vida cuando
renunciamos a entender para rendirnos a sentir. Así, iniciamos el viaje hacia
la dimensión espiritual.
La vida es para ser vivida,
no entendida. Cualquier cosa que surja, será siempre un paso hacia el misterio,
la oscuridad y lo desconocido. Sólo los efectos dejarán claro si el camino que
seguimos fue apropiado o si ayudó efectivamente. No hay nada que hacer, ya todo
esta hecho. Nuestra participación en un proceso de sanación es muy reducida. En
realidad, nuestro único aporte es estar disponibles para que el Gran Espíritu
haga su obra en nosotros.
Simplemente renunciamos a las
expectativas que nos hacen desear el logro de un determinado resultado, y
permanecemos profundamente humildes frente a todo lo que tememos, incluso
frente al miedo de tener éxito en lo que creemos desear. Al Gran Espíritu solo
podemos acercarnos en completa humildad o rendición. Así lo vimos en el
sacerdote andino (Panpamisayoc) de la comunidad de los queros que ofició gran
parte de las ceremonias en las que participamos.
Durante el tiempo de nuestro,
el grupo de los trece pudimos vivir desde la tranquilidad, la ligereza y la
sencillez a pesar de que cada día traía su afán (y no pequeño). La tranquilidad
a la que me refiero es una ausencia de brusquedad, violencia y agitación física,
emocional y mental. Es el estado de serenidad y sosiego que nos llega cuando
logramos relacionarnos de un buen modo con un determinado lugar, relación o
situación. Para los sabios de la
antigüedad, la tranquilidad es separar lo fundamental de lo accesorio.
Aunque físicamente cargábamos
con un asombroso exceso de equipaje, la ligereza es no cargar con los contenidos
densos que se generan al enjuiciar o resistir los sucesos en los que participamos,
y alcanzar la capacidad de discernir adecuadamente entre lo que es importante y
lo que no lo es. El peso es una de las características de la materia, en cambio
el Espíritu tiene como cualidad la ligereza.
En Constelaciones Familiares
vemos la ligereza como el un que
saboreamos cuando logramos la reconciliación con algo o alguien que habíamos excluido, rechazado, olvidado,
temido o abandonado. Cada vez que podemos abrir espacio en nuestro corazón para
la reconciliación, y asentimos a lo que es; una madre o padre abusivo, una
pareja indiferente, un hijo enfermo o un aborto, acogiendo eso que antes nos
generó dolor con mucho amor, el cuerpo se torna ligero aunque lleve un gran
peso físico.
La sencillez es la virtud que
nos permite establecer las relaciones que son necesarias para nuestro
crecimiento. Los niños sanos son la mejor muestra para observar la sencillez. La
sacerdotisa que oficiaba los ritos es una mujer de una edad incalculable, sin
embargo su rostro, vitalidad y alegría es la de una niña juguetona y traviesa. La
persona sencilla es inocente, sincera, afable, directa y abierta hacia lo
bueno. La esencia de alguien así, está liberada de disfraces, complicaciones, recargamientos
y complejidad.
Para relacionarnos es imprescindible tener un
lenguaje con el que podamos intercambiar. La sencillez es el lenguaje de la
Vida. De este modo, nos relacionamos con ella de una manera sana, veraz y en
sintonía con la creación. Quien es sencillo es sensible a la naturaleza, a los
árboles, montañas, viento, agua y a todas las cosas que han sido creadas. La
sencillez nos permite recibir el mensaje que la vida nos expresa
simbólicamente.
Regresamos hace tan solo un par de días, y alguno de nosotros ya retomamos
la complejidad de la vida “moderna”; montanas de correos, ríos de citas, nubes
de llamadas, y toda naturaleza de mensajes de textos, orales y BC’s. Ayer hable
con una amiga y me dijo que extrañaba el silencio y la placidez que teníamos en
la selva. El asunto es que cuando ponemos en acción las fuerzas que mueven este
deseo, con frecuencia lo que encontraremos es una gran arrogancia y soberbia
intelectual. La persona sencilla paga el precio de exponer todo su interior, y ser
tan transparente como un niño.
Mucha gente cree que este precio es muy caro, e inconscientemente se
protege y defiende tras sus mascaras sociales. De este modo, sus vidas quedan
atrapadas en las raíces del tiempo. Le falta espacio para hacer todo lo que
tienen en agenda. En cambio, la persona sencilla se permite a si misma cada
cosa que siente o piensa, y a la vez, lo entrega al poder transformador del
Gran Espíritu. Esto solo es posible desde el amor. El miedo solo nos lleva a
protegernos y defendernos de aquello que tememos. Seguir sufriendo es la manera
en que la buena conciencia nos hace sentir que pertenecemos, al clan familiar y
a nuestro grupo extendido.
La sencillez surge cuando miramos con el
corazón una realidad, que no es visible ni aparente para la mayoría de los
sufrientes. La sencillez es la virtud de gestionar la vida con la menor
inversión de tiempo, esfuerzo, energía y medios posibles. La naturaleza nos
enseña sabiamente que, el beneficio se multiplica en proporción directa a la reducción
de la complejidad. Como dice George Elliot: “Nunca es demasiado tarde para ser
lo que podrías haber sido”.
Karina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario